domingo, 5 de septiembre de 2010

22 Homicidios

EN LOS PRIMEROS 8 MESES DE 2009 LAS CIFRA LLEGO A 19 MIENTRAS QUE EN AGOSTO DE 2010 SE UBICO EN LOS 22


Matar por matar

De los veintidós homicidios que se registraron en Comodoro Rivadavia durante los primeros ocho meses de dos mil diez, tres fueron en ocasión de robo. Una cantidad igual ocurrió en lo que se podría llamar justicia por mano propia. Las balas perdidas se cobraron dos vidas; también se mató a un policía, hubo una muerte por encargo, otra se produjo por el cumplimiento de una amenaza y un hermano mató al mayor. El resto, nada menos que la mitad de los casos, fueron por rivalidades propias de gente que sólo sabe saldar sus deferencias con las armas. En el siguiente informe DDP les resumirá cada uno de ellos.



Los datos comparados con los del año pasado indican el nivel ascendente de homicidios en Comodoro Rivadavia. Con respecto a agosto, en 2010 se supera en tres casos a la estadística de 2009. Las autoridades, tanto gubernamentales como policiales, desconocían la cantidad y quedó en evidencia que no se lleva registro del delito que vulnera el bien tutelado más protegido por el Código Penal.
Con los últimos casos, quienes tienen responsabilidad ejecutiva, desempolvaron la desgastada frase: “hay que cambiar el Código Procesal Penal”, a la que le agregaron que se les debe “sacar a los jueces garantistas el poder decidir sobre las excarcelaciones”. Nada de los que se dijo hará que los pibes dejen de matarse en las calles de la ciudad más poblada de Chubut. Tampoco la reforma del Código Procesal Penal los calmará. Incluso, para satisfacer a quienes pretenden encarcelar a todos, habría que modificar la Constitución Provincial, la Constitución Nacional, el Código Penal Argentino y deshacer todos los pactos internacionales a los que adhirió la República a partir de la reforma constitucional de 1994.

UNO POR UNO
1) El jueves 28 de enero fue asesinado Isaías Ignacio Alvarado (23) con tres disparos en el pecho. Fue en una vivienda de la Zona de Quintas II, del barrio Máximo Abásolo, lugar al que la víctima fue en busca de su pareja e hija, quien se encontraba con el ex novio. Al principio se dijo que el menor la había secuestrado y por esa razón el joven acudió a rescatarla. Por el hecho quedó detenido el M.H. (17), quien ya mató a 2 en su corta edad.
2) El viernes 29 de enero se produjo el homicidio de Richard Apeleo (18). El adolescente había compartido una excesiva ronda de tragos con su hermano y amigos, en una plaza del barrio José Fuchs. Allí los parientes discutieron por cuestiones banales y uno de los amigos del grupo lo apuñaló. Por el hecho fue detenido Alejandro Marcelo Amarilla (20), alias “Loquillo”.
3) El domingo 31 de enero la víctima fue René Mariano Alvarez (20). A las 22:30 de esa jornada apareció muerto en una casa del complejo 71 Viviendas, situado en la Zona de Quintas I del barrio Máximo Abásolo. Tenía un disparo de rifle calibre 22 que le traspasó la cabeza y otro en el pómulo derecho. En la causa quedó implicado José Alberto Navarro (21), quien habitaba la vivienda donde se encontró el cadáver y se presentó por sus propios medios ante la policía.
4) El lunes 22 de febrero resultó herido Samuel Benítez cuando jugaba a las cartas con amigos en una vivienda de la avenida Rivadavia al 3.375. Fue en ocasión de robo que recibió disparos. El grupo de delincuentes se llevó dinero, el celular y documentación personal del fallecido. La víctima murió el 1 de marzo. Los presuntos autores son cinco y están debidamente identificados, pero la investigación de la causa no fue formalizada hasta la fecha, por lo tanto no existen imputados, ni detenidos.
5) El domingo 7 de marzo Daniel Alejandro Gatica (22) fue asesinado en la costanera local. A las 4 de la madrugada de ese día fue atacado por salir en defensa de un amigo. El joven falleció a raíz de las heridas de arma blanca que recibió. No figuran personas detenidas.
6) El martes 9 de marzo murió Jonatan David González (16). El adolescente había ingresado a robar en una casa del barrio COVICUP y fue sorprendido por el hijo de los dueños de casa, un pibe de 18 años que se defendió durante la lucha que mantuvo con el ladrón, quien portaba el arma blanca. El chico regresaba a su casa con la hermanita, a quien había retirado del jardín minutos antes del hecho.

UN DIA: DOS HOMICIDIOS
7) El domingo 14 de marzo la víctima fue Cristian Damián Díaz (15). Un sicario entró a su casa a las 7 de la mañana y lo asesinó a balazos. El adolescente ya había sido amenazado y su madre lo sabía. Sus hermanitos presenciaron el hecho, en la casa que compartían en Altavista al 4.800 del barrio Máximo Abásolo. Tampoco hay detenidos.
8) Esa misma jornada, pero sobre el mediodía, fue asesinado Luis Martínez Arce (28). Era un albañil paraguayo y recibió un balazo en el abdomen cuando pasaba por el sector 7 del barrio 30 de Octubre. El asesino le cobró peaje y lo mató. Por el hecho fue detenido Martín Nicolás Nuñez (28), alias “Gody”, aunque el autor del disparo fue sindicado como “Chini” y está prófugo.
9) El lunes 15 de marzo Eliana Andrea Epuleff (24) murió a raíz de un disparo de arma de fuego que recibió en el abdomen. A las 3:15 de la madrugada se presentó en su casa, ubicada en Eva Duarte al 1800 del barrio Máximo Abásolo, el ex novio de su hermana, Damián Celestino Vera, de 22 años. El joven comenzó a llamar a la chica y salió su padre a pedir que se marche pero este comenzó a disparar y a él se le atribuye el resultado de la muerte.
10) El sábado 20 de marzo murió Celeste Daniela Colivoro (27) tras 21 días de agonía en terapia intensiva del Hospital Regional. La chica fue herida el 27 de febrero a la madrugada cuando volvía del baile junto a su hermana y quedó presa de un enfrentamiento armado entre dos patotas del sector. El hecho ocurrió en el Pasaje Las Fresas y Los Perales del barrio San Martín. Tiene autores ignorados.
11) El jueves 8 de abril fue apuñalado Héctor Anselmo Colil (32), quien falleció a causa de las heridas. Se había peleado con un compañero de “tragos”. El episodio se produjo en una vivienda de Calle Código 488 al 1.225, en el barrio Abel Amaya. Por el hecho fue imputado Humberto Barría (70). El 19 de abril fue beneficiado con arresto domiciliario.
12) El viernes 16 de abril se produjo el homicidio de Jorge Emiliano Babic (23). Fue a las 13:15 luego de ser llevado a la guardia del Hospital Regional por una persona que lo abandonó allí. Tenía un disparo de arma de fuego en la espalda. Unos 45 minutos antes se había producido un tiroteo en Calle 1 y O’ Donell, en el barrio San Cayetano, donde resultó herido Babic. Por el hecho se imputó a Jonathan Rodrigo Alvarez (22), Mauro Nicolás Tula (31) y Mauro Karim Poveda (30). El 28 de abril se les sustituyó la prisión preventiva por una prohibición de acercamiento a los testigos.
13) El lunes 19 de abril fusilaron a Maximiliano Nicolás Cayupel (22) en Kilómetro 8. La víctima se encontraba junto a un grupo de personas reunido en la esquina de Base Marambio y Alejandro Maíz cuando lo asesinaron a sangre fría. Los verdugos se bajaron de una camioneta blanca y sin decirle nada lo acribillaron. El pibe había sido utilizado para retirar una encomienda con droga y estuvo preso por ello. Se presume que se trató de un crimen por encargo, ante la proximidad del juicio al que sería sometido. La causa tiene autores ignorados.
14) El jueves 22 de abril mataron, en la puerta de su casa, a Brian Henríquez (17). Le aplicaron dos disparos en el pecho. Los asesinos golpearon la puerta de su casa ubicada en Los Plátanos 3.937. El adolescente estaba durmiendo con su novia de 15 años, se levantó para abrir y lo mataron. Por el hecho fueron detenidos Lucas y Javier Gallardo, José Nahuelmilla y Carlos Olivares. El 21 de mayo se cambió la prisión preventiva por arresto domiciliario.
MATO A SU HERMANO
Y SE SUICIDO

El primero de mayo las víctimas fueron dos pero solo uno fue homicidio y se trató del número 15. El otro fue un suicidio a causa del resultado anterior. Se trata de los hermanos Fabián (17) y Martín Vera (20). Los dos se encontraban junto a un grupo de amigos en el playón deportivo del Centro de Promoción Barrial de Kilómetro 8. El menor manipulaba un arma e hirió en la cabeza al mayor. Luego, al no aceptar lo sucedido, se pegó un tiro también en la cabeza. El arma desapareció y al día siguiente los inseparables hermanos fallecieron. En virtud de ello, la persecución penal se extinguió.
16) El martes 11 de mayo murió Raúl Oscar Berdon (35). Era un obrero jujeño que recibió un balazo en la cabeza el 1 de mayo. Durante todo ese tiempo agonizó en el Hospital Regional. El hecho ocurrió en cercanías del Pasaje Santa María y Malvinas, en el límite de los barrios Jorge Newbery y Las Flores, cuando el hombre fue encontrado en el suelo, frente a su casa. Por ese homicidio fue imputado Héctor Matías Barra (23), a quien el 1 de junio se le mantuvo la prisión preventiva hasta que su defensor aporte datos para una posible salida laboral.
17) El lunes 5 de julio murió Nery Alberto Sepúlveda (21). Fue tras una discusión con su pareja, una chica de 17 años que le aplicó una puñalada en la pierna y le cortó la arteria femoral. El hecho ocurrió en la esquina de Chazarreta y Kaikén, del barrio Máximo Abásolo. La imputada está en libertad y tiene prohibido acercarse a los testigos.
18) El domingo 1 de agosto se produjo el homicidio de Sebastián Alberto Haro (21), alias “Cototo”. El joven recibió un tiro en el medio de la frente cuando regresaba de comprar. Con él estaba Sergio Omar Flores (18), alias “Mota”, quien resultó herido con tres tiros en el cuerpo. El hecho ocurrió en el barrio Moure y se presumen que fue un acto de justicia por mano propia. Por el homicidio está imputado Eduardo Adrián Lijó (28) y se encuentra con prisión preventiva.
19) El martes 3 de agosto fue asesinado el empleado bancario, José Sebastián Fernández (31), aunque el cuerpo se encontró el sábado 8. La víctima fue a comprar cigarrillos y nada más se supo de él. A los 3 días la policía encontró el auto que utilizaba la víctima. Lo habían abandonado en avenida Rivadavia y Pastor Schneider. Esa noche la policía detuvo a tres jóvenes por el hecho. En la mañana siguiente se logró ubicar el cuerpo. Los imputados son: Ricardo Pablo Olmos (19), J.E.A (16) y Oscar Alfredo Rojas (18). Los tres se encuentran detenidos con prisión preventiva.
20) El domingo 8 de agosto se produjo el asesinato del policía Néstor Adrián Manquepán (24). Fue mientras esperaba el colectivo frente a La Anónima del barrio 9 de Julio para asistir a su trabajo. Allí fue brutalmente golpeado hasta matarlo. A los 3 días la policía detuvo al presunto autor. Se trata de Jonathan Moreira Gironi (24), un panadero y aficionado en artes marciales que repartía el pan en la Alcaidía. Le dictaron prisión preventiva por 6 meses.
21) El lunes 16 de agosto el jubilado petrolero, Gerónimo Pedro Madrid González (64), recibió un tiro en el tórax. Eran las 19:15 cuando el hombre fue a ponerle candado al portón de su vivienda ubicada en Huergo 3.869 del barrio San Martín y fue ultimado con una escopeta calibre 40. La policía tiene identificado a los presuntos autores y es posible que también se produzcan detenciones.
22) El 29 de agosto mataron a Luis Eduardo Canquel. El pibe de 23 años recibió un tiro en la frente cuando caminaba de regreso a su barrio, Máximo Abásolo, por la avenida 10 de Noviembre y Carlos Gardel, del barrio Quirno Costa. Su asesinato se produjo a las 18:50. Unas horas antes del hecho la víctima había asistido a un partido de fútbol, como hincha, en el que jugó Jorge Newbery y Ferro. Esa misma noche, a partir de las revelaciones de los testigos, la policía accedió a una orden de allanamiento, detuvo a un sospechoso y secuestró dos armas de fuego: una pistola calibre 11/25 y una escopeta calibre 380. Al día siguiente detuvo al presunto autor del hecho. Se trata de un menor de 17 años, de iniciales M.P. y quedó imputado por el homicidio. Además se le dictó prisión preventiva y quedó alojado en el Centro de Orientación Socioeducativo (COSE) de Trelew. Su cómplice, Maximiliano Hidalgo (20), recuperó la libertad y quedó imputado por tenencia de armas.

martes, 10 de agosto de 2010

Descuartizado

EL MATRIMONIO JUZGADO POR EL HOMICIDIO DEL PEON RURAL DESCUARTIZADO EN RIO MAYO FUE ABSUELTO. NADA SE SUPO SOBRE LA PARTE DEL CUERPO QUE NUNCA FUE HALLADO


¿Dónde habrá ido a parar el tronco? Parte II

El propio Ministerio Público Fiscal de Sarmiento tuvo que pedir la absolución del matrimonio que llevó a juicio acusado por el homicidio del peón rural de Río Mayo, Claudio Choiquepán. En el debate nada se pudo saber qué fue del tronco de la víctima, parte del cuerpo que nunca fue hallada durante la investigación. El acusador pretendía condenarlos a cadena perpetua pero los testigos le jugaron una mala pasada al momento de contarle a los jueces lo que sabían del caso e incluso no recordaron si habían hablado alguna vez con el fiscal que investigó.

El juicio se llevó a cabo en el Concejo Deliberante de Río Mayo, a fines de junio. Tal como se esperaba la concurrencia fue extraordinaria, pero muchos se quedaron con las ganas de conocer más sobre el hecho. Es que se pensaba que en esa poco habitual ceremonia se descubriría el destino que había tenido el tronco de la víctima, cuyos detalles podrán encontrarse en esta misma página con el título: ¿Dónde habrá ido a parar el tronco?
Si bien los imputados –Eva García y Ricardo Conchillo—llegaron en libertad al juicio, la pretensión del fiscal era condenarlos a prisión perpetua por el homicidio pero las pruebas que logró arrimar al debate fueron tan endebles que tuvo que pedirle a los jueces que dejen en libertad al matrimonio.

PARA NO OLVIDAR
Si algo de interesante tuvo el caso fueron los datos que se pasaron por alto en el artículo anterior y esos serán los que DDP recuperará para sus lectores.
Se debe recordar que todo se inició a partir del hallazgo de medio tambor de chapa, a la orilla del río Mayo, por parte de un grupo de pescadores. A partir de allí nació esta historia.
En el tambor había dos brazos, dos piernas y la cabeza de una persona que parecía haber sido quemada en un claro intento por hacer desaparecer evidencias. Ese espantoso descubrimiento terminó con la tarde recreativa de los pescadores que debieron informarle a la policía sobre el macabro hallazgo. De ahí en adelante la pregunta a responder era: ¿A quién le pertenecían esas partes que carecían del tronco?
La posibilidad de identificarlo a simple vista era nula porque todo lo que estaba dentro del tambor había sufrido el poder destructivo del fuego. Con el paso del tiempo se encontró información en la huella digital del índice derecho, pero para entonces se acumularon varias anécdotas.

¿CASO RESUELTO?
La ansiedad por informar que el caso estaba resuelto llevó, en un momento extremo, a darle una gran felicidad a toda una familia. No se tuvo mucha precisión sobre el método investigativo que llevó a suponer que el difunto era Cesario Valencia, incluso su propio hermano lo fue a identificar a la morgue, pero era tan repugnante ese trámite que debió ser por las tremendas ganas de salir de allí que se resignó afirmándole a los policías que definitivamente era su pariente.
No era muy descabellado pensar que Cesario terminara del tal forma porque habías sido un hombre que otrora tuvo conflictos con la Ley. Muchos años antes estuvo preso en Comodoro Rivadavia por un homicidio y la Defensa Pública logró reducirle la pena. Así, en poco tiempo, recuperó la libertad luego de que la calificación pasara de homicidio simple a homicidio preterintencional, cuya sanción penal es mínima en comparación con la anterior porque tiene un máximo de tres años. En ese caso el Código Penal le permite a una persona, que no tenga antecedentes computables, cumplir con la condena sin estar encerrado.
Con los pedazos del cuerpo tendidos sobre la fría camilla enchapada de la morgue, no había otra opción que aceptar el duelo y alguien tenía que estar firme para afrontar las cosas. Se debía preparar el velorio y dadas las circunstancias, sería a cajón cerrado. De las gestiones alguien se encargó. Los familiares y conocidos asistieron a llorarlo y algunas mentes perversas se habrán preguntado ¿Cuán difícil habría sido cambiarlo?

EL CULTO A
LOS MUERTOS

Los antiguos romanos tenían como costumbre el Culto a los Muertos. Para ellos, la vida continuaba después de la muerte y al principio los mantenían en sus propias casas, algunos en los sótanos. Allí les llevaban alimentos y bebidas para que se abasteciera en la otra vida. Creían que si dejaban de atenderlos algo malo podía sucederles. La evolución de ese magnífico pueblo romano terminó con esa tradición de mantenerlos en sus propias casas después de muertos, pero los cultos a ellos se mantuvieron de todas maneras.
El tema es apasionante, pero habrá otro momento para profundizar al respecto. En el caso que nos ocupa la situación era extrema, estaban de velorio y los que asistieron no tenían la posibilidad de mirarlo a la cara para decirle las últimas palabras, sean buenas o malas, de amor u odio. Lo que fuera, pero dirigidas a él aunque estuviera con los ojos cerrados. Que no marchase sin al menos decírselas.
En ese momento de dolor estaban cuando el hermano de Cesario, que lo había ido a reconocer a la morgue, recibió una llamado. ¿Será una joda? Habrá pensado, pero no.
Del otro lado del teléfono una vos que antes había escuchado le contaba alegremente una buena noticia: “Conseguí trabajo en Las Heras”.
Por una fracción de segundos su mente lo llevó a fantasear pero la fuerza que le había puesto al tema, de afrontar la muerte de un familiar directo, lo volvió en seco a la realidad.
-¿Pero quién carajo habla?, lo interrogó levantando el tono y puso en alerta de una respuesta, que no lograrían escuchar, a los demás presentes.
-“Cesario. ¿Quién más va ser?”, le dijo la voz que salía del teléfono, aunque parecía llegar desde el más allá.
-“¿Vos sos tonto o te hacés? Mal momento elegiste para joder. Estoy velando a mi hermano”, le replicó y tuvo la inmediata reacción de cortar pero una rápida pregunta del otro lado lo mantuvo junto al teléfono.
-“¿Qué hermano se murió?”, lo interrogó con tono angustiado el interlocutor.
-“Te estoy diciendo que Cesario”, le repitió y el diálogo continuó por varios minutos después de esa respuesta.
El que había llamado no era otro que Cesario y estaba bien vivo. El hombre se había ido a buscar suerte al norte de Santa Cruz y como era grande no tenía necesidad de andar informándole de sus viajes a los familiares pero el hecho de haber encontrado un trabajo honrado merecía contarlo y por esa razón fue que hizo el llamado.
La noticia se la dio a su hermano en un momento extremo y a más de uno le gustaría haber recibido, oportunamente, una así. La cuestión es que el velorio se terminó allí y al principio nadie entendía bien qué era lo que había pasado, pero en definitiva no dejaba de ser algo extraordinario y hasta si se quiere, milagroso. Cesario estaba vivo y no era el que estaba muerto dentro del cajón cerrado.

EL MEJOR AMIGO
Lo que fue la mejor noticia del mundo para la familia de Cesario no lo fue para los investigadores porque para ellos se transformó en un problema que creían resulto. A todo esto la prensa se enteró y el error se hizo público. Igual no dejaba de ser una buena noticia, pero la realidad indicaba que se debía conocer a quién cornos le pertenecían esos pedazos humanos que aparecieron a la orilla del río, en ese espléndido domingo, adentro de medio tambor de chapa.
El cajón se volvió abrir. Tuvieron que darle una y otra vuelta al cuerpo hasta encontrar un indicio que les permitiera conocer la identidad. Al fin encontraron algo en un dedo, el índice derecho. Allí le quedaba un pedacito de huella digital y existía la posibilidad de someterla a pericias dactiloscópicas. Así se hizo a sabiendas que le resultado no estaría en breve sino que habría que esperar varios días.
Un perro ovejero de campo fue el que más ayudó a encontrar la punta del ovillo. El animal, que no puede ser considerado una mascota sino una herramienta de trabajo para un hombre de campo, llegó sólo hasta la casa de un vecino. Ese era el perro de Claudio Choiquepán y el hecho de que anduviera sólo y llegara a la casa de uno de los mejores amigos del dueño, no era una buena señal.
En el pueblo ya era voz pópuli lo del hallazgo del cuerpo descuartizado; que se veló a un difunto que no era tal y que se desconocía la identidad del muerto. No otro que un hombre de campo puede ser capaz de interpretar el dato. El perro no abandona jamás a su dueño estando este vivo y mucho menos siendo un animal de trabajo. Algo malo debió haberle pasado a Claudio y esa duda le fue transmitida a los investigadores, con fundamentos incluidos.
También se sabía que Claudio Choiquepán había tenido problemas con Conchillo y su mujer porque era evidente que se querían quedar con su casa. Si hasta habían concurrido a la Cooperativa para poner los servicios a nombre de ellos, pero como todo se sabe en el pueblo, no les permitieron hacer el traspaso sin la autorización del titular de los medidores.
Como se sabe, todos vivían bajo el mismo techo aunque Choiquepán pasaba más tiempo en el campo trabajando y le había prestado la vivienda a la familia de Conchillo, sobre quien se puede decir que tiene un enorme parecido al “Viejo Vizcacha” del Martín Fierro. Incluso el último día que vieron al dueño del perro fue después que éste con el matrimonio asistieran al Juzgado de Paz. Allí concurrieron con la intención de que el titular de la casa les firmara un papel cediéndoselas, aunque nada de ello ocurrió y ante la autoridad judicial del pueblo les dejó bien en claro que al mes síguete debían desocupársela.
Esa duda se sumó a que Choiquepán nunca llegó al campo donde debía ir a trabajar y a ello, las 11 coincidencias de las huellas dactilares del índice derecho. Así fue que finalmente se confirmó que el cuerpo descuartizado encontrado a la vera del río le pertenecía. Lo que no se pudo probar fue la autoría del homicidio y tampoco se llegó a saber qué fue del tronco de la víctima, la única parte del cuerpo que jamás se encontró.

miércoles, 28 de julio de 2010

Caso Noble II

LOS JUECES DE SEGUNDA INSTANCIA ELIMINARON EL AGRAVANTE Y ANULARON LA PENA DE 15 AÑOS. UNO VOTO POR EL EXCESO EN LA LEGITIMA DEFENSA Y LOS TRES ORDENARON HACER LA AUDIENCIA PARA DISCUTIR LA CANTIDAD DE AÑOS QUE DEBERA CUMPLIR.

Para cada guapo: parte II

El caso Noble Ferrás finalmente dio el giro que anticipó DDP. Los jueces que trataron la impugnación de la sentencia eliminaron el agravante del artículo 41 bis –que le había permitido a sus pares de primera instancia dictarle 15 años de prisión— y anularon esa elevada pena. Por ello fue que ordenaron la realización del juicio de cesura, oportunidad en la que el condenado podría recibir una notable reducción. De los 15 iniciales existe la posibilidad de que finalmente su condena sea de 8 años. Además, uno de los tres jueces de Cámara le dio la razón al Defensor y ello le abrió la puerta al imputado para insistir, en la siguiente instancia, con la calificación del exceso en la legítima defensa.

El 2 de julio finalmente se conoció la sentencia que dictó el Tribunal de la Cámara Penal de Comodoro Rivadavia en el caso que tiene como imputado a Richard Noble Ferrás. El hombre que fue condenado a la pena de 15 años de prisión por el homicidio de Martín Sebastián Arias (24), ocurrido en pleno centro de Comodoro Rivadavia el 9 de abril de 2008, tras una discusión por un estacionamiento.
Los detalles del caso se pueden conocer en el artículo anterior, ver “Para cada guapo existe otro más guapo”.
Tal como anticipó DDP, la audiencia de impugnación se llevó a cabo a fines de junio y los jueces de Cámara que subrogaron a los de la Jurisdicción de Comodoro Rivadavia fueron: Rafael Lucchelli, Leonardo Marcelo Pitcovsky y Mónica Rodríguez.
Los dos primeros eliminaron de cuajo el agravante del artículo 41 bis, el cual le había permitido a sus pares de primera instancia imponer una pena elevada, como lo fueron los 15 años de cárcel a los que se lo condenó a Noble Ferrás.
De esa manera, confirmaron en forma parcial la sentencia, aunque lo hicieron con la calificación de homicidio simple, el cual está contemplado en el artículo 79 del Código Penal y fija penas que van de los 8 a los 25 años.
Además, anularon la pena de 15 años y ordenaron la conformación de un nuevo Tribunal para que se encargue de llevar a cabo la audiencia de juicio de cesura, la cual se omitió hacer oportunamente y formó parte de los cuestionamientos que efectuó la defensa durante la impugnación. Es decir, que ahora existe la posibilidad de que el imputado reciba una notable reducción de la pena y sea condenado con la mínima que se contempla para ese delito, es decir, 8 años.
A todo esto, la única mujer que integró el Tribunal le dio la razón al defensor y a su entender, Noble Ferrás debió ser condenado por exceso en la legítima defensa.

LA IMPUGNACION
En su impugnación, el defensor pidió que se absuelva a Noble Ferrás por el delito homicidio simple agravado por el uso de arma. Y en forma subsidiaria, que se reduzca la pena que le fue aplicada. En tal sentido afirmó que hubo: “inobservancia o errónea aplicación de la ley porque con la prueba producida por la parte acusadora el Tribunal debió aplicar una normativa diferente para fundar la solución del caso”. De esa manera, catalogó la decisión como “arbitraria”.
En otro tramo de su exposición, el defensor sostuvo que el Tribunal que lo condenó no valoró la prueba de descargo que se aportó en el debate, con la cual se intentó demostrar que los hechos no ocurrieron de la forma afirmada por las partes acusadoras (querella y Fiscalía) y se le restó valor probatorio a las pericias. Para él, Noble Ferras debió ser absuelto por haber actuado en legítima defensa (artículo 34 inciso 6º del Código Penal) o en su defecto, ser condenado a una pena inferior a la impuesta por aplicación del artículo 35 del Código Penal es decir, exceso en la legítima defensa.
Entre otras cosas afirmó que su pupilo no tuvo otra salida que defenderse de un ataque ilegítimo que no había provocado previamente, utilizando para ello el único medio racional a su alcance ante la inminencia de sufrir un daño grave y esa circunstancia fue desconocida por los jueces.
Por último, señaló que a su criterio el Tribunal no valoró la posibilidad de que la conducta se hubiera ejecutado con exceso de la legítima defensa. Variando así considerablemente la pena impuesta. Ni tampoco consideraron el atenuante previsto por el artículo 189 bis inciso 2º, párrafo 5º del Código Penal, el que se refiere a la calidad de legítimo usuario de arma de fuego, algo que le reiteró al nuevo Tribunal para que sea contemplado en forma subsidiaria.
Antes de finalizar, es válido destacar el siguiente fragmento del fallo, el cual corresponde a uno de los párrafos del voto de la juez Rodríguez: “En mi opinión, la conducta atribuida al acusado encuentra correcto encuadramiento legal en las previsiones del artículo 35 del Código Penal, esto es en el caso, en la figura de homicidio simple cometido con exceso en la legítima defensa”.
La juez agregó sentirse convencida de que: “la reacción homicida del acusado no puede ser equiparada a la de quien comete un homicidio simple sino que debe tenerse en cuenta que su obrar estuvo movido por una intención defensiva, aunque excediendo los límites de la necesidad”.
Con ello, la juez le dejó abierta la posibilidad al imputado de insistir en la instancia siguiente que es merecedor de la calificación que impulsó su defensor desde el inicio mismo de la causa: homicidio en legítima defensa o exceso en ella.

martes, 29 de junio de 2010

Y la ambulancia?

EL CASO DE UN HOMBRE QUE BALEO A UN JOVEN TRAS LA DISCUSION POR UN ESTACIONAMIENTO EN CALLE SAN MARTIN

Para cada guapo existe otro más guapo

¿Quién pude decir que nunca puteó desde el auto a otro conductor por alguna mala maniobra? Son cosas de la vida cotidiana en una ciudad superada por el parque automotor. De ahí a llegar a los hechos dependerá del nivel de tolerancia de cada uno. Pero si de algo se puede estar seguro, es que por cada guapo que existe siempre asomará otro más guapo aún y, si el destino los enfrenta, las cosas pueden terminar muy mal. DDP les contará la historia de la pelea por un estacionamiento que culminó con un pibe de 24 años asesinado de un tiro en pleno centro de Comodoro Rivadavia y un hombre de 50, condenado a 15 años de prisión. En un plano fuera de foco podrán verse las partes íntimas de un sistema de Salud Pública sin reacción ante una emergencia que lamentablemente sigue igual.

A casi dos años y tres meses del hecho, la terrible condena que recibió Richard Noble Ferrás podría dar un giro esperado por él y vaticinado por muchos que algo conocen del Derecho Penal. El hombre recibió una pena de 15 años de prisión efectiva tras haber sido hallado autor materialmente responsable del delito de ‘homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego’.
Si existe algo indudable, es que él fue quien mató a Martín Sebastián Arias el 9 de abril de 2008 y ello nunca lo negó. Lo que sí está en duda, es la calificación del hecho y si el Tribunal que lo juzgó le aplicó la pena para satisfacer el clamor social y la presión ejercida por los familiares de la víctima, dejándoles a los jueces de segunda instancia la definición que no se habrían atrevido a tomar. Por estos días tres magistrados analizan el fallo y en breve se conocerá si le darán la razón a sus pares o si convocarán a una nueva audiencia. De ocurrir esto último es muy probable que se le reduzca notablemente la pena.

LA PREVIA
Richard Noble Ferrás estaba de novio con una chica más joven que él, con quien trabajaba en un negocio dedicado a la venta de materiales para la construcción. El hombre, de 50 años por entonces, estaba mudándose de la casa de su madre a la que tenía construida en el Cordón Forestal de Comodoro Rivadavia. Le hacían falta algunos mubles y con su pareja, después del trabajo, decidieron acudir al transitado centro de la ciudad para recorrer las mueblerías y la primera en la lista fue Lucaioli, ubicada sobre España, entre San Martín y avenida Rivadavia.
Los novios se movilizaban en una Ford Ranger que estacionaron a la vuelta del negocio que planeaban visitar porque encontraron un lugar sobre San Martín al 800, frente al edificio La Muñeca. En la parte delantera de la camioneta había una entrada de vehículo y atrás, un Peugeot 504 ocupado por Martín Sebastián Arias, su esposa y la criatura de ambos.
Ni bien apagó el motor para descender, Noble Ferrás sintió que le golpearon la ventanilla. Era el chofer del auto que estaba atrás, quien exaltado le dijo que lo había chocado y le exigió, en malos términos, que corriese su camioneta para que pueda salir de allí. Un tanto sorprendido por la acusación, el conductor descendió a verificar el impacto y descubrió que nada de ello había ocurrido. Según él, había una distancia de 50 centímetros entre ambos rodados.
“La corro, no hay problemas”, le dijo mientras regresaba a la camioneta y escuchaba la puteada que le dedicaba el joven. Una vez que se sentó y recapacitó sobre la humillación que recibió frente a su pareja, se malentonó.
“Mirá, si sos tan pesado entonces corré el auto vos”, lo retrucó después de haberse bajado por segunda vez de la camioneta. Cerró la puerta con llave y se dirigió hasta el lugar del acompañante para ayudar a su novia a bajar. La respuesta lo enardeció a Arias y las puteadas fueron de un lado a otro.
“¡Así que sos pesado!”, lo midió de boca el joven como advirtiéndole que no tenía idea con quién estaba haciéndose el guapo y marchó para el fondo de su auto. La cuestión comenzó a complicarse y no tenía perspectivas de solución. Noble lo percibió y prefirió volverse a su camioneta para meditar; la puso en marcha y la corrió un poco hacia delante para dejarlo salir, aunque el pibe no salió porque estaba en su baúl buscando algo. Por el espejo de su camioneta Noble lo vio con una maza en la mano, desandando el camino, y sin quedarse a confirmar cuál de los dos era más guapo, prefirió adherir al dicho: “soldado que se escapa sirve para otra guerra”.

EL ESCENARIO
Noble salió con su camioneta a buscar otro lugar para estacionar. Eran casi las 19:45. El centro era un infierno y el tránsito avanzaba a paso de hombre. En la cuadra siguiente de San Martín al 700, frente al kiosco Isidorito, la fila de vehículos que se formó tras el rojo del semáforo ubicado en la esquina de Belgrano, lo obligó a detener la marcha. Su ventanilla estaba baja y charlaba con su pareja sobre la mesa que pretendían comprar. Atrás de su camioneta la fila de autos seguía y desde uno de ellos, por el retrovisor, vio que alguien se bajó y comenzó a caminar hacia su puerta. Le pareció que llevaba algo en la mano; pestañó y focalizó, confirmándole a su mente que no era otro que el jovencito con el que había discutido en la cuadra anterior. Lo que este último llevaba en su mano era una maza.
Esta vez no podía escaparse porque se lo impedían todos los autos que estaban adelante a la espera de la luz verde del semáforo y la decisión que tomó no fue la mejor de su vida. Debajo de la alfombra de la camioneta tenía un revólver calibre 32 que había comprado luego de hartarse de los robos que había sufrido en la casa del Cordón Forestal y a la cual estaba mudándose. Según él, el arma la llevaba ese día porque formaba parte de la mudanza; también tenía ropa y algunas otras pertenencias en la camioneta, las que esa noche, junto a la mesa que compraría, las trasladaría al hogar que pensaba compartir con su joven compañera.
Al tiempo que la figura de Arias se aproximaba a la ventanilla, Noble manoteaba el arma que estaba cargada y cuando la tuvo en su diestra, el torso del chico quedó en primer plano. El pibe tenía uno de sus brazos en alto, en el extremo estaba la maza dispuesta a romper lo que encontrara al bajar y esa imagen lo motivó a disparar. Dijo que temió por su vida y el primer tiro fue a parar en la letra “R” del toldo del kiosco Isidorito. Aseguró que fue para disuadirlo y en una fracción de tiempo incalculable detonó el segundo tiro.
“Me la diste”, alcanzó a decir el muchacho. La maza se le cayó al piso, caminó hacia su auto agarrándose el pecho pero no entró; trastabilló y se fue hacia la vereda casi gateando y allí quedó tirado. Se quejaba. Noble se bajó de la camioneta, alzó la maza y la dejó junto a la pedalera de la Ranger, al lado de su revólver. Sacó su celular y le pidió el número de la policía a un hombre de traje que se asomó, a quien también le dijo que llame una ambulancia. “Quedate tranquilo que ya llamamos”, le respondió.
Alrededor del herido se llenó de gente que intentaba ayudar. A los gritos se reclamaba por una ambulancia, en eso pasó una doctora que lo asistió pero la gravedad era tal que nada pudo hacer ella en ese momento. El pedido de la ambulancia se repitió decenas de veces. En minutos llegó la policía y todos lo señalaron a Noble, quien los esperó junto a la puerta de su 4x4.
“Yo le disparé. Acá está el arma, es mía. Esa es la maza con la que me quería pegar”, le dijo al policía que trataba de entender qué lo había hecho quedarse allí en lugar de salir corriendo para no ser detenido. La gente lo quería linchar. El policía le pidió que se quede junto a él mientras su colega trataba de identificar a los testigos y se pedía refuerzos, con ambulancia incluida, por la presencia de una persona herida de bala.
Pasaron 20 minutos y la ambulancia no llegaba. Para esto, quienes invadieron el escenario del hecho estaban cada vez más decididos a hacer justicia por mano propia y para preservarlo el policía se lo llevó a la Seccional Primera.


SIN REACCION
ANTE UNA URGENCIA

Pasaron 30 minutos y la ambulancia del Hospital Regional no llegaba. El herido estaba cada vez peor y nadie se animaba a cargarlo en brazos y caminar una cuadra y media hasta el Sanatorio La Española para intentar salvarlo. O tal vez a nadie se le ocurrió. El centro era un caos. Todos los medios de prensa llegaron al lugar y hasta la jefa de fiscales, menos la ambulancia.
Durante la espera, la esposa de Arias le avisó por teléfono a su suegro sobre la tragedia. El padre de Martín estaba en su casa, ubicada a unos 16 kilómetros del centro y la mala noticia lo hizo salir a todo lo que daba su auto. Apareció por Belgrano y en contra mano por San Martín recorrió los casi 40 metros que le quedaban para llegar hasta su hijo. Todavía estaba vivo. Lo alzó en sus brazos y lo subió a su coche para llevarlo él mismo hasta la guardia del Hospital Regional, distante a siete cuadras. Unos 15 minutos después llegó la ambulancia pero para entonces ya nadie la necesitaba. A los paramédicos los querían matar y se tuvieron que ir como llegaron.
El pibe llegó al Hospital pero no resistió el daño que sufrió su corazón y el extenso tiempo que pasó sin la debida asistencia sanitaria apuró su muerte. La impotencia que generó la demora de la ambulancia superó el fiel compromiso que los medios de comunicación tienen con la pauta estatal. No dejaron de mencionar ese detalle en sus noticias, aunque la valentía no duró demasiado y después el caso se centró en el asesinato por un estacionamiento. Se dejó de lado la desprotección del sistema de urgencia de la Salud Pública.
No hubo excusa que remediara esa terrible irresponsabilidad y al poco tiempo se anunció con bombos y platillos el nuevo diagrama de urgencia que, en pocos meses, se pondría en práctica para acudir a tiempo a cualquier punto de la ciudad en el que se requiriese una ambulancia. Lo triste es que fue una de las tantas mentiras que dicen los funcionarios cuando están en aprietos, porque aquella fabulosa promesa jamás se cumplió y hasta el día de hoy sigue siendo peligroso confiar en que la ambulancia llegará.

EL JUICIO
El juicio se realizó en octubre de 2008 a sala llena y de todos los testigos que declararon solo una mujer aseguró haber visto a Noble Ferrás con el arma en la mano pero no pudo precisar si los tiros que escuchó los disparó desde el interior de la camioneta o parado en la calle. Su relato no fue del todo convincente. Para ella el hecho ocurrió 30 minutos después de la hora señalada por todos los demás testigos y, entre otras contradicciones, aseguró que la camioneta de Noble era blanca, siendo que realmente es gris. Lo único que coincidió con los demás, fue que caminó hacia el auto de la víctima y luego regresó a su camioneta, donde se quedó parado junto a la puerta hablando por teléfono.
Otros testigos también lo vieron caminar en esa dirección pero para agacharse cerca del final de su camioneta a buscar la maza que se le cayó a la víctima antes de arrastrarse hasta la vereda.
La cuestión es que no se probó que el agresor haya ido hasta el auto de la víctima para efectuarle el disparo, como lo sostuvo la parte acusadora. De haber sido así no se explica cómo fue a parar una de las balas al toldo del kiosco, que según esa hipótesis, estaba a la espalda del pistolero. Tampoco se explica cómo la bala pudo haber hecho un recorrido de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha, si es que el atacante estaba parado y la víctima sentada en su auto. En todo caso el recorrido del proyectil debió haber sido a la inversa por una cuestión lógica que no resiste demasiado análisis.
A pesar de las dudas, el Tribunal lo condenó a 15 años de prisión como autor de homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego. La Fiscalía había solicitado 18 años, la querella 32 y la Defensa la absolución. En forma subsidiaria se pidió una condena por exceso en la legítima defensa.
A todo esto el Tribunal repitió el error que cometió en el caso Antilef. No realizó la audiencia de imposición de pena, en la que además de discutir sobre los años que le aplicarían de cárcel al imputado, se debe determinar la calificación definitiva por la cual se lo responsabiliza. Ese punto también fue cuestionado en la impugnación.
Más allá de ello, la determinación de los jueces sorprendió a quienes analizaron en forma objetiva el debate. Algunos, a partir de las pruebas expuestas en el juicio, se inclinaron por el exceso en la legítima defensa. Otros, por homicidio simple y sin el agravante, el cual consideran inconstitucional. Una tercera posición llegó a pensar que el Tribunal falló de esa manera para no quedar expuesto ante el clamor social y la presión ejercida por la familia. Es que días antes del juicio, el papá de la víctima invitó a Comodoro Rivadavia a Juan Carlos Blummberg, un padre que perdió un hijo durante un secuestro y después logró introducir cuestionadas modificaciones en el Código Penal de la Nación.
Quienes algo conocen del Derecho Penal aseguraron que la causa no podría ser confirmada en la instancia superior tal como se lo condenó en primera instancia. Finalmente la impugnación se realizó después de dos años y casi tres meses del hecho ante un nuevo Tribunal de Cámara que el 2 de julio dará a conocer el veredicto. Allí se sabrá si se mantiene todo tal cual o si se realizará la audiencia de imposición de pena que se omitió hacer oportunamente. De ocurrir esto último, la pena podría ser mucho menor, incluso existiría la posibilidad de que Noble Ferrás recuperase la libertad.

sábado, 26 de junio de 2010

Prostitución forzada

SE APROVECHARON DE SUS LIMITACIONES Y SU VULNERABILIDAD. LA PROSTITUYERON A LA FUERZA Y LA VENDIERON POR MENOS DE LO QUE VALE UNA TV. IGUAL SE LIBERO, EXISTIO UNA CONDENA Y PRIMO LA IMPUNIDAD

Radiografía de una trata de blanca

La mandaron a comprar cigarrillos y fue con su bebé. Sus otros tres hijos estaban en un pueblito de Santa Fe, en la casa del hombre que ella llama abuelo. Pasó varios meses sin verlos pero por ellos y por el que llevaba en brazos, se animó a golpear la puerta de una casa y pedir ayuda. Un “fiolo”, que también hacía prostituir a su propia esposa, la había trasladado bajo amenazas hasta Comodoro Rivadavia para que se prostituyera para él. En la Capital del Petróleo terminó vendiéndola por 1.000 pesos al dueño de un cabaret que todavía tiene pendiente una causa por facilitación de la prostitución de una menor de edad. DDP contará esta historia real, sin dejar de hacer referencia a la extraordinaria suerte que tuvo la persona que debió sentarse en el banquillo.

La pericia psicológica que se le realizó a la víctima –a quien en adelante llamaremos Marta para proteger su verdadera identidad—indica que se trata de una persona con “una pobre autoestima; tiene necesidad de protección, pensamiento inmaduro, ideación simplista. Su capacidad de análisis es limitada, su coeficiente intelectual es inferior al término medio, no sabe resolver situaciones problemáticas, su personalidad es vulnerable, sumisa y dependiente. Con esa condiciones, no podría ser capaz de simular, ni fabular”.
Marta no tiene buenos recuerdos de la mujer que la crió, ella estudió hasta segundo grado en la nocturna del pueblito de Santa Fe cercano a la estancia donde vivía con su madrastra, hasta que un día esta le dijo que no fuera más y la mandó a pedir a la calle. En la estancia vivía el marido y los hijos de su madre postiza, sumados a los 4 niños de nuestra protagonista-víctima.
“Te vas a tener que buscar otro lugar porque acá ya somos muchos”, le dijo una tarde y el único sitio al que se le ocurrió ir fue a la casa del padrastro de su madrastra, que vivía en otro pueblito de Santa Fe. El hombre convivía con su hijo porque su esposa había fallecido en el 98. Se ganaba la vida con su trabajo en la comuna y a Marta siempre la apreció como una hija. Tal vez por ello no le negó asilo en su humilde morada.
“Los nenes se portaron siempre bien; ella me limpiaba, me hacía la comida, lavaba la ropa y nunca pidió para irse, con eso yo estaba pago. De vez en cuando ella adornaba salones para cumpleaños o casamientos y al único lugar que iba era a lo de su madrastra”, contó el abuelastro en el juicio al que fue sometido el “fiolo” que la vendió.

DEL AMOR A
LA ESCLAVITUD
En una de las visitas que Marta le hizo a su madrastra conoció a un tipo que se hacía llamar “Alejandro Leo Matiolli” –quien resultó ser Alejandro Feliciano Rojas—y de regreso a la casa de su abuelastro él la acompañó. Ella andaba con su hijo más chico, aunque en el camino la hizo cambiar de rumbo y se la llevó a Rafaela. Allí le presentó a su madre, a su hermana Norma y al marido de esta, Miguel Castañeda. En esa ciudad santafecina estuvieron algunos días y de allí viajaron a Gualeguay, lugar donde Marta comenzó a sufrir la esclavitud a la que es sometida una víctima de la trata de blanca.
Hasta ese momento ella y el tal Matiolli era amigos con cierto derecho a roce pero en Gualeguay el trato cambió. Con ellos también viajaron Miguel y Norma. Los cuatro se alojaron en un Hotel y las mujeres tuvieron que salir a trabajar a la calle. Para la esposa de Miguel eso era algo normal, pero Marta jamás había hecho algo similar y tampoco quería hacerlo, aunque el marido de Norma se encargó de hacerle saber a los golpes cómo iban a ser las cosas de ahí en adelante.
“Teníamos que ir con tipos que andaban en auto y tener relaciones con ellos, cobrarle y llevarle la plata a Miguel. Si no lo hacía Miguel me pegaba. Yo no tenía plata para volverme y tenía mucho miedo que él me fuera a buscar devuelta”, dijo la víctima en el mismo juicio y con su voz temblorosa recordó que a su hijito lo cuidaba una señora encargada del Hotel cuando ella se iba a la calle.

LA GUAMPA
DE ORO

En Gualeguay, además de hacerlas trabajar en la calle, las mujeres estuvieron 7 días en un bar llamado “La Guampa de Oro” y después de esa campaña todos volvieron a Rafaela. Para entonces Marta no tenía sus documentos ni los de su hijo y en ese regreso el tal Matiolli se abrió, entregándosela como un tesoro a Castañeda para que este la llevara a Ramallo y se la dejara a un tal “Pocha”, que regenteaba el bar “El Mundialito”. En ese lugar, que se ubicó frente a una autopista, Marta estuvo más de dos semanas encerrada, prostituyéndose y durmiendo en la misma pieza donde hacía los pases. En esa situación se encontraban decenas de chicas en contra de su voluntad, según contó la víctima en el juicio. Después Miguel mandó a pedir plata y Doña “Pocha” la subió en un colectivo para mandársela devuelta a su “dueño”. En la Terminal la esperó él y al niño se lo había hecho dejar con una tía suya a la que tuvieron que pagarle 250 pesos por el cuidado que le brindó. El negocio siempre lo beneficiaba a él y en ocasiones, a sus parientes.
En el tiempo que Marta estuvo secuestrada en Ramallo, Castañeda programó el viaje a Comodoro Rivadavia. Ella insistía en volver a la casa de su abuelo y le pedía que le devolviera los documentos pero eso no pudo ser porque su jefe se había contactado con el empresario de la noche, Alberto Suárez, un tipo que a pesar de sus influencias quedó pegado en una causa por facilitación de la prostitución de mujer menor de edad, la cual todavía tiene pendiente. Fue producto del resonante caso en el que se vieron involucrados comisarios –uno en funciones todavía y otro retirado-- de la policía del Chubut, empleados municipales y funcionarios de Gobierno de la Municipalidad de Comodoro Rivadavia durante la gestión Peronista de Raúl Simoncini.
Don Alberto, como lo llaman, les mandó los pasajes y el 13 de marzo de 2007 llegó Castañeda a Comodoro Rivadavia, con su mujer Norma, Marta y su pequeño hijo. Ella no tenía ni la más mínima idea del lugar en el que se encontraba, ni la distancia que había recorrido para llegar. A la Terminal de colectivos los fue a buscar Don Alberto y en su camioneta los llevó hasta la casa donde se alojaron, ubicada en Araucarias 1.162. Ese era un lugar que tenía Suárez para alojar a sus empleadas y allí también tenía por entonces a otro fiolo con su pareja: Ricardo Cáceres y Celia Urista, quienes con su libertad pagaron por un delito del que tuvieron que hacerse cargo y así salvaron su pellejo, y lo libraron de la reincidencia a Suárez.

AMIGOS II
Ni bien llegaron a la Capital del Petróleo y se acomodaron en una de las piezas que estaba disponible en la casa, las mujeres tuvieron que salir a la calle y volver antes de la medianoche, porque a esa hora Don Alberto las pasó a buscar para llevarlas a su cabaret, donde hacían copas y pases. El nene se quedaba al cuidado de Castañeda, quien no tenía demasiada afinidad con los niños. Sería por esa razón que en ocasiones lo golpeaba, lo alimentaba con te y pan duro, y para dormirlo le ponía pastillas a la infusión.
Marta estaba desconectada de su familia y pocas veces la dejaron llamar por teléfono al hombre que ella llamaba abuelo, ordenándole que le dijera que todo estaba bien. Un día se le escapó y le dijo que estaba en Comodoro Rivadavia pero eso fue suficiente para que su amo le rompiera el chip de celular.
El mal trato con ella y el niño llegó a tal punto que la mujer del otro fiolo un día se metió en el medio de la golpiza y lo amenazó a Castañeda con un cuchillo. Las cosas cambiaron desde ese momento y así surgió la venta. Esa misma tarde se presentó Don Alberto y desde su camioneta llamó a Celia, habló con ella y le entregó 1.000 pesos para que ella se los diera a Castañeda. Esa simple acción no tenía que ver con la comodidad de un jefe, sino con el cuidado que debía tener para no dejar evidencias que lo vuelvan a comprometer en una nueva causa por prostitución. De esa manera quedaría Celia como la compradora.

VENDIDA
Marta fue vendida por 1.000 pesos a Miguel Castañeda, quien tomó la plata, su mujer y se volvió a Santa Fe. Desde entonces la víctima comenzó a trabajar para Suárez, aunque estaba al cuidado de Celia y su fiolo, quienes también tenían una criatura de corta edad que quedaba al cuidado de él cuando las mujeres se prostituían.
A pesar de ese cambio de jefes, las cosas para Marta no cambiaron demasiado porque el trabajo seguía siendo el mismo. De la calle al cabaret Amigos II, donde se lo pasaba llorando en los rincones y sólo una vez pudo ver 100 pesos que le dio Don Alberto. Fue tanta su alegría al tocar la plata, aunque ella no tenía noción de cuánto valía cada billete. Por ese motivo tuvo muchos problemas, porque los clientes se daban cuenta de sus limitaciones y por lo general le pagaban menos de lo que fijaba la tarifa por el servicio y después se las tenía que ver con el fiolo que estaba a su cargo.
A todo esto la plata quedaba en la caja del boliche porque supuestamente se le pagarían toda junta a fin de mes. Antes tenía que recuperar el dinero que habían pagado por ella y devolverlo con el trabajo que detestaba hacer. Al fondo del cabaret estaban los cuartos donde se hacían los pases y en ese lugar una vez le confesó su situación a un cliente, pero el tipo no le creyó.
En la casa, con sus nuevos administradores, Marta tenía un poco más de libertad y permiso para ir a comprar, aunque nunca lo hacía junto a su hijito. Un día que recordó el número de teléfono de su madrastra la llamó y le contó que estaba secuestrada en Comodoro, que Castañeda la había vendido y que la hacían prostituir pero en lugar de hacer la denuncia, la madrastra se fue a ver a su amigo Matiolli y le preguntó qué habían hecho con la chica.
No fue la mejor idea, porque en cuestión de minutos en Comodoro se enteraron que la piba estaba pidiendo ayuda y se le volvió a cortar la poca libertad que estaba comenzándose a ganar. El calvario continuó varias semanas más, encima no juntaba dinero en el cabaret porque Don Alberto les cobraba multas por cualquier cosa a sus chicas y cuando estaba muy enojado, éstas llegaban a valer hasta 500 pesos. Así se hacía cada vez más difícil juntar la plata para pagar la deuda.
“Miguel la había amenazado que le iba hacer daño a la familia y por eso ella no se podía escapar. Siempre suele pasar eso y conozco mucha gente que hace daño. A mi me pasó con mi patrón y cuando estuve detenida no podía decir nada porque corría peligro mi familia”, declaró en el juicio la mujer que tuvo que culparse de haberla comprado para salvarse y proteger, sin opción, al hombre que le entregó el dinero para la transacción. Paradójicamente después la parte acusadora la adoptó como su testigo estrella.

LIBRE
En una de las oportunidades que Marta fue mandada a comprar pudo hablar por teléfono con su abuelastro y a él también le contó por lo que estaba pasando. El hombre le sugirió que tomara a su hijo y fuera a la policía o le pidiera ayuda a algún vecino. Antes, con muy poca frecuencia, ellos también habían mantenido comunicaciones telefónicas pero siempre con alguien presente que controlaba lo que ella decía y ya desde entonces el hombre sospechaba que las cosas no estaban tan bien como se lo intentaban hacer creer.
Una noche la volvieron a mandar a comprar. Esa vez fue en busca de cigarrillos y Marta acudió al kiosco cercano a la casa con su hijo, como nunca antes lo había hecho. Era tan inocente y estaba tan atemorizada, que sus captores se excedieron en la confianza y finalmente pudo aprovechar la oportunidad.
Al kiosco nunca llegó. En la primera puerta que encontró comenzó a golpear pidiendo ayuda. La atendió un hombre mayor y por detrás apareció su esposa. Les dijo que estaba secuestrada y que la hacían prostituir, que por favor la lleven a la policía. Por fortuna le creyeron y el matrimonio se involucró desinteresadamente. El hombre sacó su vehículo y la trasladó a la Seccional Segunda, donde la hicieron esperar hasta que le tomaron la denuncia.
El caso era gravísimo, por los intereses económicos y los personajes que volvían a entrar en escena, pero de todas formas tomó estado público. Después se llevó a cabo un allanamiento en el domicilio donde estaba alojada la víctima y allí se encontraron sus documentos juntos a todas sus pertenencias y las de su hijo. También se allanó el cabaret, lugar donde se encontró el carnet sanitario a nombre de la víctima. Lo que la Fiscalía no pudo encontrar fueron pruebas concretas que incriminen a Alberto Suárez y ese detalle fue recriminado en el juicio por parte de uno de los integrantes del Tribunal, señalándose que debió ser éste el que se sentara en el banquillo.
“Del relato surge claramente que otras personas debieron ser imputadas en la causa, las que fueron mencionadas reiteradamente como importantes participes del hecho, e incluso mencionadas por el propio imputado, reconocidas por la defensa y la Fiscalía en el debate y en los alegatos”, se destacó en uno de los votos del Tribunal respecto a Alberto Suárez.
Más allá de ese llamado de atención el único condenado fue Miguel Castañeda, quien recibió una pena de 6 años de prisión. Se debe destacar que este sujeto ya había purgado una condena de 4 años por el mismo delito, pero esa vez la víctima fue una menor de edad.
Marta finalmente volvió al pueblito de Santa Fe donde la esperaban sus otros hijos y el abuelastro, con quienes nunca más se volvió a despegar pero nada le garantiza que en poco tiempo se vuelva a cruzar que el tipo que la vendió, porque la condena aun no está firme y el fallo fue apelado, por lo que existe la posibilidad de que en la siguiente instancia Castañeda quede finalmente libre.

lunes, 7 de junio de 2010

Caso Antilef


SE COMPROBO QUE MATARON AL POLICIA OCTAVIO ANTILEF Y LOS CONDENARON A 23 AÑOS DE CARCEL. EN MENOS DE 3 AÑOS Y MEDIO, POR ERRORES DE LOS ADMINISTRADORES DE JUSTICIA, FUERON SOBRESEIDOS Y RECUPERARON LA LIBERTAD

¿Será cierto que la ley
está escrita para los delincuentes?


El policía Octavio Antilef fue asesinado en la madrugada del 21 de enero de 2007, en Río Senguer. El asesino lo remató con una piedra de 7 kilos que le hizo estallar el cráneo. Lo alentó un amigo que había prometido vengarse de la policía por un mal momento que le hicieron pasar una noche en Comodoro Rivadavia, cuando paseaba con una chica por el centro. El primo de éste también participó en el crimen y los tres fueron sentenciados a la pena de 23 años de prisión, aunque los jueces de primera instancia omitieron realizar un paso fundamental del nuevo proceso y eso les abrió la puerta a la libertad, a la cual finalmente llegaron en tres años y cinco meses.

No son pocos los que están convencidos de que las leyes están escritas para los delincuentes, que los jueces los protegen y que es probable que sean inocentes la mayoría de aquellos que terminan de cumplir sus condenas. La verdad es que para los delincuentes está escrito el Código Penal, pero por cada delito que postula éste se fija una pena que se deberá cumplir. Si los jueces los protegen o no, es una cuestión de prueba y eso de que la mayoría de los que cumplen sus penas sean inocentes podría ser una exageración, aunque no una mentira.
Lo cierto es que existen equivocaciones pero rara vez alguien se hace cargo de ellas y traducidas al lenguaje más común se las conoce como injusticias. Este caso es un claro ejemplo de ello y será uno de los tantos asesinatos que quedarán impunes, a pesar de haber llegado a los verdaderos responsables de cometerlo.

RENCOR
Maximiliano Bustamante juró vengarse de la policía una noche que fue detenido y golpeado en la Seccional Primera de Comodoro Rivadavia. Un rato antes paseaba con una chica en auto por el centro y lo detuvo un control de tránsito. El joven discutió con el inspector y éste prefirió llamar a la policía. El remedio fue peor que la enfermedad porque le arruinaron la noche del sábado. Se sintió humillado ante la piba que lo acompañaba, después se trenzó a piñas con los uniformados y experimentó el frío del asqueroso calabozo, inundado de orín y excrementos ajenos.
El odio al uniforme lo acompañó de ahí en adelante y es posible que a esta altura de su vida sea aún mayor ese sentimiento. Una vez en su pueblo, Río Senguer, le contó a un amigo aquella amargura y le juró que algún día se la iban a pagar por lo que le hicieron.
En la madrugada del 21 enero de 2007 Maximiliano fue a bailar al boliche de su pueblo, “Ladrillo Disco”, lugar al que asistieron muchos de sus amigos. Esa era una noche especial porque cumplía 25 años. También lo era para Octavio Antilef porque después de tanto tiempo salió a bailar con su esposa, Viviana Pérez, con quien llegaron a Río Senguer de vacaciones para visitar a los parientes de ella, porque otrora ese también fue su pueblo.

PREMEDITADO
En el transcurso de la velada Maximiliano se enteró que el esposo de Viviana era policía. A ella la conocía del pueblo y también a su hermana. En un momento inició una charla con la esposa de Antilef, confirmó el dato y la invitó al asado que tenía planeado hacer en el camping del pueblo al amanecer. En los pocos minutos que duró la charla le recordó las bellezas de la zona a las que no podía dejar de llevar a su marido para que las conociera y por último le dijo que él también estaba invitado al banquete, porque quería que se lleve “un recuerdo inolvidable” de ese viaje.
De un momento a otro el baile terminó y para entonces la gran mayoría de los asistentes habían sido invitados al famoso asado.
-Que tu marido venga con migo, le dijo Maximiliano a Viviana y se lo llevó hacia su Ford Sierra que estaba bastante estropeado y no le funcionaban bien todas las puertas. En el vehículo subió Maximiliano al volante; en el lugar del acompañante lo hizo su primo Fabio; atrás subió otro joven que terminó siendo el testigo principal de la Fiscalía; en el medio se ubicó Juan Albitur y junto a la puerta derecha trasera se sentó Octavio Antilef.
Todos los autos que salieron del boliche enfilaron para el camping. Viviana no se quedó tranquila y se fue con su hermana y su cuñado para el mismo lugar. El auto de Maximiliano desapareció y después se supo que se dirigió hacia la ruta que va al oeste del pueblo.
-Ahora nos vamos a caponear al campo del “Gallego”, dijo Maximiliano como para hacerlo reaccionar al policía que estaba de vacaciones. Y lo logró.
-No, yo me bajo acá. Pará, respondió Antilef y a su voz le siguió un coro de carcajadas que inició el cumpleañero, mientras aceleraba cada vez más el destartalado Sierra.
Antilef comenzó a empujar la puerta con intenciones de abrirla porque desde adentro no se podía hacerlo con la manija y eso fue suficiente para darle la excusa a Maximiliano.
-Hijo de puta vos son milico. Nos querés mandar al frente, gritó mientras le tiraba piñas con una mano y con la otra sostenía el volante.
Al lado de la víctima estaba Albistur, una especie de pitbull en versión humana que motivado por la arenga de su amigo comenzó a golpearlo hasta lograr que se cayera del auto en movimiento.
El vehículo continuó unos metros y se detuvo. Allí los ocupantes hablaron unos segundos y entre esas palabra se escucharon las recomendaciones de Maximiliano, asegurándoles que el milico los mandaría en cana, por eso había que “hacerlo cagar”.
Una acelerada profunda tras el giro en “U” los acercó otra vez hasta Antilef, que se terminaba de reponer del golpe e intentaba regresar al pueblo caminando. Fabio y Juan bajaron corriendo hasta él para golpearlo salvajemente, mientras Maximiliano los alentaba sentado en el lugar del chofer y el otro testigo miraba atónito desde un costado del auto, hasta que la impresión que le dieron los golpes lo hicieron alejarse del lugar. Mientras se iba vio cuando Albistur levantó una tremenda piedra que estaba en la banquina y se la tiró en la cabeza a la víctima.
-Listo, ya está. Vamos, vamos, los apuró Maximiliano pero sólo su primo alcanzó a subir al auto porque Juan quedó ahí y tuvo que volverse caminado a su casa. Incluso en el camino alcanzó al otro joven y con tono amenazante le dijo “vos no viste nada”.

CULPABLES
El 27 de octubre de 2007 el Tribunal de la Cámara del Crimen que integraron los jueces Martín Montenovo, María Elena Nieva de Pettinari y Daniel María Pintos, los condenó a la pena de 23 años de prisión. La parte acusadora había solicitado la prisión perpetua para los tres y los defensores la pena mínima fijada para el delito, 8 años.
Para esa fecha el nuevo Código Procesal Penal del Chubut todavía no cumplía un año desde su implementación –30 de octubre de 2006—y los operadores del sistema recién estaban familiarizándose con él. A los periodistas que hacían Penal y solían escribir sobre los juicios realizados en otras jurisdicciones de la provincia, les llamaba la atención que en todos lados, menos en Comodoro Rivadavia, se conocía el monto de la pena varios días después de haberse efectuado los alegatos, pero fue algo a lo que no se le dio demasiada importancia. Tal vez por no haber leído el Código Procesal Penal, al menos hasta el artículo 304.
En él se advierte sobre la división del juicio en dos etapas: “en la primera, se tratará todo lo relativo a la existencia del hecho, su calificación y la responsabilidad penal del acusado. Finalizada esta etapa, el tribunal deberá determinar si se han probado los hechos materia de acusación y si la persona juzgada es culpable o inocente”.
“Cuando haya veredicto de culpabilidad, en la segunda etapa, se determinará la calificación jurídica y las consecuencias de dicho veredicto. Las partes podrán solicitar al tribunal un máximo de cinco días luego del veredicto, para ofrecer nuevas pruebas a fin de fijar la pena. En este acto se fijarán la fecha y la hora para la culminación del juicio”.
En este juicio y en todos los anteriores que se hicieron desde que se puso en vigencia el mencionado Código, no se realizó la segunda parte y terminado los alegatos con su respectivo pedido de pena, el Tribunal que lo llevó a cabo emitió junto con el veredicto de responsabilidad, el monto de dicha pena.
Esa omisión fue advertida por los defensores y el fallo del caso Antilef llegó a la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia del Chubut, donde en síntesis se anuló la pena pero se confirmó la responsabilidad penal de los enjuiciados. Es decir que para los jueces que intervinieron en esa instancia superior, se estaba ante los culpables del homicidio.
De todas maneras la Sala Penal no resolvió el delicado tema con rapidez sino que fueron varios los meses que se tomaron para ello, hasta que se ordenó que se hiciera la segunda parte del juicio para finalmente imponer la pena que le correspondiere a los condenados. Allí surgió un nuevo problema y tiene que ver con la identidad del juzgador. Los mismos que resolvieron la responsabilidad penal deben ser quienes intervengan al momento de fijar la pena de la segunda etapa del juicio. Pero en este caso, como los jueces que integraron el Tribunal ya habían emitido un monto, se excusaron para no volver a actuar. Por esa razón se debió conformar un nuevo Tribunal para hacer el denominado juicio de cesura, más conocido como audiencia de imposición de pena.

INSISTIDORES
Al menos una docena de audiencias se realizaron después del juicio, viarias de las cuales se llevaron a cabo en Comodoro Rivadavia y otras tanto en Sarmiento. En ellas no sólo se revisó la prisión preventiva de los condenados sino que se analizaron las sucesivas impugnaciones que, con el tiempo, fueron presentadas por los defensores, quienes incluso llegaron con un recurso extraordinario hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Las que se hicieron después de haberse cumplido tres años del hecho, se refirieron al vencimiento del plazo razonable del proceso.
En abril de 2010 finalmente se conformó el Tribunal para llevar a cabo la audiencia de imposición de pena, pero la magistrado que fue electa presidente se apartó y su decisión fue fundamentada en base al vencimiento del plazo razonable al que se refiere el artículo 146 del Código Procesal Penal: “todo procedimiento tendrá una duración máxima de tres años improrrogables contados desde la apertura de la investigación salvo que el término de la prescripción sea menor o que se trate del procedimiento para asuntos complejos”.
La magistrado que se apartó fue reemplazada en breve y nuevamente conformado el Tribunal se realizó la postergada audiencia. En conclusión, de los 23 años a los que fueron condenados la primera vez, terminaron otorgándoles 9 años a Albistur y 9 años con tres meses para los primos Bustamante. Con eso parecía haberse terminado todo, pero no fue así porque el 4 de junio de 2010 se realizó una nueva audiencia para impugnar la reciente condena. Además, como el plazo razonable es algo que se pude discutir en todo momento, también de él se habló en esta oportunidad.
Los jueces que intervinieron en esta ocasión fueron Gladys Rodríguez, Florencio Minata y Silvia Martos, quienes resolvieron dictar el sobreseimiento de los condenados por haberse vencido el plazo razonable que debe tener todo proceso. En virtud de ello, se les otorgó la inmediata libertad.
La sentencia completa con sus respectivos fundamentos y el voto de cada uno de los jueces, se conocerá el 11 de junio. De todas maneras quienes realmente conocen de Derecho Penal, estiman que es prácticamente imposible revertir esta decisión. No obstante se afirmó que “tanto los jueces de la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia del Chubut, como el tribunal de primera instancia e incluso el fiscal, están en condiciones de ser sometidos a un jury de enjuiciamiento por la responsabilidad que les cupo”.

martes, 11 de mayo de 2010


LE PERTENECE A UN HOMBRE QUE FUE DESCUARTIZADO. SUS EXTREMIDADES Y LA CABEZA APARECIERON QUEMADAS EN LA RIVERA DEL RIO MAYO. EL DELITO LE FUE ATRIBUIDO A UN MATRIMONIO QUE PRETENDIA QUEDARSE CON SU CASA

¿Dónde habrá ido a parar el tronco?

La huella digital del índice derecho permitió identificar a la víctima. Se trataba de un peón rural que nunca llegó a la estancia donde lo esperaban para trabajar durante la campaña de 2009. El dedo y otras partes de su cuerpo estaban en un tambor de 200 litros, cortado al medio, de esos que se utilizan para almacenar derivados de combustibles fósiles. En ese recipiente de chapa, quienes en él introdujeron lo que había quedado del hombre de 58 años, prendieron fuego con la idea de hacer desaparecer la evidencia. Sin embargo, no comprobaron si en realidad la hediondez de la carne quemada significaba que ya nada quedaba de lo que en vida fue Cristian Choiquepán, y lo tiraron al río Mayo. Ese error le costó caro a toda una familia y la privó de libertad durante varios meses. En breve, el matrimonio podría ser condenado a prisión perpetua y tal vez en el juicio se llegue a conocer qué se hizo con el tronco de la víctima.



No tener un lugar para vivir en Río Mayo debe ser tan difícil para una familia, como lo debe ser para una de Comodoro Rivadavia o de cualquier otro punto de la Patagonia. De ahí a matar a una persona por esa razón existe un gran abismo, sin embargo ese fue el móvil del crimen.

PESCADOR DE CUERPOS
El primero de febrero de 2009 fue un día espléndido en gran parte del Chubut y en cada rincón de la provincia cientos de familias salieron a disfrutar al aire libre, porque no siempre los domingos patagónicos suelen ser tan bellos como aquél y cuando la naturaleza es comedida se debe estar dispuesto para no perder la oportunidad.
Una de esas tantas familias eligió el río Mayo como escenario para su ocio. Sus aguas bordean el pueblito homónimo que está ubicado en la precordillera sur de la provincia, donde además de los soldados del Regimiento, vive una población en la que su gran mayoría tiene algún vínculo con la actividad rural, si es que no trabaja en la administración pública, se dedica al comercio o está desocupado.
Las mujeres se aliviaron de sus hijos entreteniéndolos con la búsqueda de leña para calentar agua recién sacadita del río. El mate con ese cristal derretido que baja de Los Andes, tiene un espuma que jamás podría lograrse con las minerales embotelladas que se venden en la ciudad.
Los hombres se fueron a la pesca con sus cañas y cajas de accesorios en donde no faltaron tanzas, cucharitas, moscas, anzuelos y carnadas olorosas. Alguno debió llevar la heladera con algo para tomar mientras se esperara el pique y hasta entonces no estaba muy resuelto a quién le tocaría hacer el asado. Por lo pronto procuraron alejarse para encontrar un buen pozón y si la racha era buena, por la noche se comería trucha y talvez alguna de las mujeres preparara el asado que ellos esquivaron hacer.
Medio tambor de chapa, al que le golpeaba desde un costado la débil oleada que se salía de la correntada, cambió por completo el día. El hombre que pasó más cerca de ese recipiente, cuando caminaban hacia el pozón, lo miró de reojo y una confusión de imágenes, que intentó acomodar al tranco, lo hizo volver. Parecía un asqueroso contorsionista allí dentro, mezclado entre la mugre y sangre cocinada de un color tan negro, como el de las morsillas frías que llevaron para picar con el vermú.
Una cabeza, dos brazos y dos piernas de un ser humano que estaban separadas del tronco, formaron parte de los elementos que había en el medio tambor que llamó la atención. Era evidente que estaban separadas de él porque el tronco no estaba allí. Parecía esas imágenes que suelen armar los chicos en la computadora para encontrarle gracias a las fotos de algún familiar, sobre todo aquellos a los que se le pueden destacar defectos de su fisonomía. Así van cortándolos, pegándolos y uniéndolos con los de otros que también fueran elegidos para crear el monstruo de la casa y ser exhibido en busca de carcajadas. Pero no había nada de ficción en el medio tambor sino la irreversible realidad de la muerte.

EL DEDO QUE APUNTA
Más de una semana le llevó a los investigadores tener una pista coherente sobre el dueño de las extremidades y por defecto, se supuso, la cabeza también le pertenecería. El tronco nunca apareció y todavía no se sabe qué se hizo con él, aunque a partir de esa carencia nació una leyenda sobre la que no se hará referencia en este momento, porque es aún más larga que esta misma historia.
Fueron once los puntos de coincidencia que encontró la licenciada en Criminalística que analizó el dedo índice de la mano derecha, el único que todavía tenía un pedacito de huella digital de todas esas partes que aparecieron, a la vera del río Mayo, amontonadas y chamuscadas en el tambor. Los datos fueron cotejados con el de un peón rural al que habían oído decir –el 25 de enero de 2009-- que se iría a trabajar la temporada en una estancia de la zona, a la cual nunca llegó con su caballo, ni perros.
Cristian Choiquepán, de 58 años. Ese sería el titular del acertijo. Era el único, de los que alguna vez tocó el piano en la Comisaría, que tenía sus huellas con tantas coincidencias. Once, como ya se dijo. Por esa razón la investigación giró sobre él, como el caballo al que se amansa atado a un palenque para acostumbrarle la boca a las riendas.
Una comisión policial fue hasta la estancia, esa a la que un testigo escuchó decir al baquiano que se iría a esquilar. La confirmación de que allí no estaba y de que no llegó cuando se lo esperaba, sumó un nuevo indicio para afirmar que se trataba de la misma persona.
Se pude decir que son muchas las razones por las cuales se llegaría a matar un paisano en un pueblo. La mayoría de esas decisiones se toman en curda y son motivadas por cuestiones que al día siguiente no tendrán el mismo fundamento, o tal vez sí. Sea como fuere el pleito, más de una puñalada bien dada cerca del corazón o un par de balazos, si la muerte es el fin que se busca, sería suficiente. La pregunta entonces sería ¿Quién querría matar a éste de aquella manera?

CUESTION DE TECHO
Choiquepán era dueño de una casita en el pueblo y la tenía ocupada con gente. En ella vivía una familia integrada por Ricardo Alberto Conchillo, de 51 años; su concubina, Ana Eva Romero, de unos 45 años, y los hijos de ésta: Daniel y Gilberto Romero, de 18 y 19 años respectivamente.
El 26 ó 27 de enero, no se precisó la fecha con exactitud, Choiquepán fue a pedirles la casa porque quería que se la desocupen y terminar definitivamente con el préstamo de la propiedad. Los términos de esa conversación no fueron muy cordiales y ello se evidenció en lo que finalmente ocurrió.
En realidad Choiquepán no tenía la necesidad urgente de habitarla porque ya se conocía que se iría al campo a trabajar. Además, en ella también se alojaba él cuando estaba en el pueblo, pero su deseo era sacarlos y no había vuelta atrás. Tampoco se conocieron los términos del acuerdo al que arribaron cuando les facilitó su vivienda, ni el tiempo que los ocupantes tenían para hacer la devolución de ese inmueble. Lo que sí se supo fue que en una oportunidad recurrieron al Juzgado de Paz para tramitar algún papel que les otorgara la posesión de la casa y esto no le gustó nada al dueño.
Al parecer el tono de la discusión fue en aumento y el jefe de la familia no demostró la mínima intención de satisfacerlo en sus pretensiones. Tampoco contaba con un lugar a donde mudarse con la urgencia que se le exigía y mientras escuchaba las advertencias, que le penetraban como dagas en los oídos, tomó el hacha desde el mango y su mano recorrió todo el cabo hasta chocar con el metal. El contrapeso apuró el envión del palo, lo llevó hacia atrás, hasta donde le dio el brazo, y en una fracción de segundo la madera sonó como un huevo que se cae al piso, contra la cabeza del oponente.
La víctima se desvaneció y todavía respiraba cuando el frío acero del facón le recorrió el cuello de izquierda a derecha. Como un cordero mal carneado, de la garganta salieron chorros de sangre en distintas direcciones y el filo del cuchillo era tal, que la abertura del corte parecía la boca abierta de una bestia.
Con la cabeza en la mano, sostenida por los pelos, el resultado no fue otro que la muerte y los segundos que le siguieron a esa acción transformaron el lugar en una carnicería. Si el cuerpo no aparece será difícil que se hable de homicidio y con esa idea se lo descuartizó. Sus extremidades quedaron separadas del tronco y terminaron en medio tambor de chapa que había en el patio de la precaria vivienda. Con un fuego a las apuradas, que se prendió en el recipiente, se intentó borrar las evidencias y estando la carne todavía caliente, el tacho fue arrojado al río Mayo pensando, quizás, que la correntada se encargaría de hacer desaparecer lo que quedaba allí dentro.


PUEBLO CHICO
INFIERNO GRANDE

Todo lo que ocurre en un pueblo termina conociéndose. A la corta o a la larga, se sabrá. Es muy posible que la verdad no sea tal cual pero cada uno aportará su cuota de fabulación en la maraña de comentarios y algo de lo cierto siempre quedará. Fue así, a través de comentarios, que se llegó a detener a toda una familia y hasta un vecino de ellos estuvo preso.
Un paisano escuchó decir que Choiquepán se iría al campo durante todo el verano, pero nunca llegó a la estancia; otro, menor de edad, oyó que lo habían degollado cuando aún estaba con vida; hubo quien hizo trascender que lo habían cortado en pedacitos y se lo comieron en empanadas; que lo descuartizaron con el hacha en una pelea de borrachos; que lo prendieron fuego y, entre otro comentarios, se dijo que lo mataron porque quería recuperar su casa.
En base a esos y otros comentarios que llegaron a oídos de los investigadores fue que se logró acceder a una orden de allanamiento y de detención de toda la familia, que también incluyó al vecino Daniel García. Todos fueron imputados en la causa luego de que el cuerpo fuera identificado con las pericias de la huella dactilar.
Con el correr de los meses la Fiscalía de Sarmiento, que tuvo a su cargo la investigación, no reunió las pruebas suficientes como para mantener la imputación de los hijos de la mujer y la del vecino, motivo por el cual instó el sobreseimiento de ellos y así lograron recuperar su libertad, aunque no limpiaron la enorme mancha que dejó en ellos la opinión pública que, por adelantado, juzgó su comportamiento en base a la publicidad que los medios de comunicación hicieron del caso.
El matrimonio --que fue acusado por el delito de homicidio triplemente agravado por haber sido cometido con alevosía, por codicia y en concurso premeditado por dos o más personas—también recuperó la libertad y les sustituyeron la prisión preventiva por una medida menos gravosa: presentarse dos veces por semana en la Comisaría de Río Mayo, no acercarse a la casa de la víctima y se les prohibió consumir bebidas alcohólicas.

AL BANQUILLO
El hombre y la mujer serán juzgados por un tribunal que integrarán tres jueces, en un juicio oral y público que se realizará en la última semana de junio de 2010. Para el debate, que se confirmó será en el pueblo, la Fiscalía presentará 21 testigos y esa ceremonia es algo que toda la comunidad de Río Mayo espera con ansias. Se estima que la sala donde se produzca se colmará de gente porque nadie querrá perderse ese acontecimiento tan inusual, donde se develarán detalles y cada uno podrá confirmar cuánto de cierto hubo en los comentarios que reprodujo en todo este tiempo, pero sobre todo querrán saber si finalmente Eva y Ricardo serán condenados a prisión perpetua, como lo pretende el fiscal, y qué fue lo que se hizo con el tronco del difunto.

martes, 4 de mayo de 2010

La última noche de los inocentes

EL ANTES Y DESPUES DEL HOMICIDIO DE JOSE RODRIGUEZ. LAS CAUSAS QUE LO MOTIVARON. LA SUERTE DE LA INVESTIGACION. LA CONDENA Y LA DUDA


José Rodríguez tenía 33 años y trabajaba como preceptor en una Escuela secundaria de Comodoro Rivadavia. Fue asesinado el 28 de diciembre de 2008. Esa misma madrugada le robaron el auto y se lo vendieron a los gitanos. A la detención del sospechoso se llegó por casualidad. Cristian Fernando Montes terminó condenado a 18 años de prisión. Él dice que no lo mató, que sólo le robó el auto. En el juicio no se pudo probar cómo, cuándo y dónde fue ultimado. En el escrito siguiente se contarán los detalles que nadie publicó sobre el caso para que cada uno saque las conclusiones de su propio juicio.


El 27 de diciembre de 2008 llegó de Las Heras un amigo de ella, al que había conocido en un cabaret de ese petrolero pueblo santacruceño. Ya le había hablado de él a Cristian Fernando Montes, con quien tenía un romance abierto. Esa noche salieron a dar vueltas por Comodoro Rivadavia y al visitante le presentaron una amiga, como para que tenga ocupadas las manos cuando las despegara del volante.
Ella era una mujer de la noche pero de esas que tienen pocas luces. Quería divertirse, ir a la bailanta de La Loma, sin embargo Cristian venía mal de dinero porque había perdido el trabajo de camionero, oficio que otrora lo llevó a parar en zonas rojas de la ruta o en los burdeles donde aprendió a conformarse con las caricias que podían brindarle esas obreras. Ella quería salir, se aburría con el paseo en auto, la extensa parada en la costanera y los excesos que preferían sus acompañantes.
Antes de las 5 de la mañana la discusión llegó a tal punto que pidió que la lleven a su casa del barrio Las Flores, donde alquilaba y con más frecuencia se quedaba Cristian a dormir. Allí también tendría hospedaje el visitante durante su estadía en la Capital del Petróleo. La llevaron, Cristian se bajó con ella y le pidió a los otros dos que lo esperen para trasladarlo a otro lugar porque tenía un plan postergado. No tardó mucho en regresar al auto con una campera que antes no llevaba.
Cristian ya había contado que tenía ganas de hacer un “trabajo” en un diario y en pos de ello estudió los movimientos del encargado de la distribución. Tenía la idea de asaltarlo, calculando que podría dejarle un buen botín en base a la cantidad de ejemplares con los que su ejército de canillitas empapelan desde hace décadas la ciudad y sus alrededores.

EN BUSCA DE LA PLATA
QUE LA HARIA FELIZ

Lo único que necesitaba para hacerla feliz y complacerla era plata. Su escasez les provocaba problemas y los privaba de los placeres mundanos con los que comulgaban. La decisión estaba tomada, no se permitiría una nueva amargura y menos aún estando a cuatro días de las fiestas de fin de año.
Con el objetivo de conseguirla pidió que lo lleven al fondo de la calle Alem y allí se quedó a esperar al distribuidor de diarios para robarle, aunque este no apareció esa madrugada. Eso no importó y como tenía todo estudiado puso en práctica el plan “B”, que consistía en encontrar a su presa en el otro punto de distribución, ubicado sobre una de las calles que suben hacia La Loma desde la zona céntrica.
Los detalles de lo que pasó en las horas siguientes sólo él los conoce y es muy posible que esa verdad se la lleve a la tumba porque en el camino hacia el centro su destino y el de un inocente cambiaron. El distribuidor y el robo de la recaudación se desechó por algo que repentinamente se cruzó en su trayecto, a pesar del fabuloso plan que había pergeñado para éste.

AVENIDA SEXO
Desde que no era más que un zanjón que llevaba todo lo que arrastraba el agua desde el Pietrobelli al mar, la avenida Alsina fue sinónimo de prostitución, de sexo. En una de sus cuadras Cristian Fernando Montes se encontró con el auto de José Rodríguez, quien el 31 de diciembre de 2008 apareció muerto en una cantera ubicada a 9 kilómetros al oeste del centro de Comodoro Rivadavia.
El prejuicio sobre la condición sexual de la víctima llevó al fiscal a inclinarse por una hipótesis en la cual se lo pudo imaginar en su auto, a paso de hombre por la avenida del sexo y en busca de placer; se cruzó con Montes que caminaba por allí, ambos se entendieron con una simple mirada, paró su vehículo y lo invitó a subir. Sería esa la peor decisión tomada y la última noche de los inocentes.
Al Volkswagen Gol rojo de Rodríguez se lo vio circular por una de las calles periféricas del casco céntrico, en dirección a la avenida Yrigoyen y al menos dos personas se alcanzaron a ver en su interior, aunque por la lejanía del observador no pudieron ser identificados.

ASADO ETERNO
José Rodríguez tenía 33 años, vivía con sus padres y trabajaba como preceptor en una Escuela secundaria del barrio José Fuchs. Era un joven que cosechaba más aprecios que apatías, que mantenía muy en reserva su vida privada y de quien sus padres casi no conocían amigos. Sí sabían que nunca se hubiera ausentado sin decir a dónde iría.
El 27 de diciembre de 2008 avisó en su casa que se iba a un asado. Esa fue la última vez que lo vieron con vida porque nunca más regresó.
Al día siguiente sus padres fueron a la policía a denunciar la desaparición de José y no quisieron tomarles la denuncia porque habían pasado pocas horas. Les dijeron que se habría ido por ahí y en cualquier momento llegaría, que tenían que esperar al menos 48 horas para poder denunciar la desaparición.
De todas formas se anotició a las autoridades que el pibe andaba en su auto, un Volkswagen Gol con chapa patente BLS-858, que misteriosamente el 30 de diciembre apareció en poder de una familia gitana. Los poseedores del vehículo aseguraron que lo compraron por 5.000 pesos en Pico Truncado y para justificarlo aportaron un boleto de compra venta que llevaba la firma de la compradora y la del vendedor, con sus respectivos nombres y documentos.

EL POSIBLE AUTOR
A partir del hallazgo del auto se contó con la identidad de Cristian Fernando Montes, aunque el dato se mantuvo en reserva pero por los avances que tuvo la investigación en las primeras semanas, no se evidenció que lo hubieran buscado con demasiado entusiasmo.
Unas tres horas después de haber discutido por falta de dinero con su compañera de cama, Cristian llegó a la casa de ella; se bañó, se cambió de ropa, le dejó 50 pesos y le dijo que se iba a Caleta Olivia a vender un auto.
En esa ciudad santacruceña fue a ver a un gitano y le dijo que necesitaba dinero urgente porque había perdido todo el sueldo en el casino y su esposa estaba esperándolo para salir de vacaciones. Se lo ofreció por la mitad del valor real con tal de vendérselo, le mostró los papeles que tenía y lo convenció, pero el gitano se lamentaba por no tener ni siquiera esa plata y para no perder la comisión lo contactó con sus familiares.
Al final tuvo que viajar a Pico Truncado porque en esa ciudad estaba una gitana de Comodoro Rivadavia cobrando una herencia y se interesó por el negocio. A ella se lo vendió, aunque antes la compradora lo llevó a la policía para que le confirmen si el vehículo no tenía pedido de secuestro. Cristian no tuvo ningún problema en ir a la Comisaría y allí le confirmaron que el auto estaba bien para comprarlo.
Sin más vueltas para no arrepentir al desesperado, el negocio se cerró en 5.000 pesos y el gitano que hizo la conexión cobró el 10 por ciento de la comisión. La compradora llenó el boleto con su letra y con el documento de identidad del vendedor en su mano. Al pie firmaron los dos.

FELICES DE NUEVO
Poco después de las 14 del 28 de diciembre Cristian regresó a la casa de ella con 4.500 pesos y la relación volvió a florecer: le regaló el celular y uno de los dos anillos que trajo del viaje, se hicieron mimos y después él descansó porque habían tenido una agitada y larga madrugada.
Al otro día él alquiló una camioneta Toyota para pasearla y hacerla sentir una mujer importante; fueron a Rada Tilly a comer un asado con una amiga y la madre de esta. De regreso pasaron a gastar unos 600 pesos en el supermercado y también compraron en una casa de electrodomésticos, donde entre otras cosas se llevaron un reproductor de DVD. Ella recibió de premio 700 pesos que los gastó íntegramente en ropa.

LA PRUEBA
INICIAL
El auto de Rodríguez apareció el 30, de casualidad, porque una mujer policía que caminaba por la avenida Rivadavia lo vio en una vereda del barrio Las Flores y reconoció la patente, un número capicúa fácil de recordar. Fue muy astuta. Se acercó a la casa y al confirmar que allí vivían gitanos le preguntó si lo vendían, simuló interés por él y les preguntó si tenían algún problema en llevarlo hasta la Seccional Quinta, donde ella trabajaba, para verificar que estuviera todo bien. Tal cual lo hizo la gitana al comprarlo en Pico Truncado.
Ya la policía santacruceña le había confirmado que el coche estaba limpio y venderlo al valor real era un excelente negocio, teniendo en cuanta el vil precio que pagaron por él.
Cuando lo llevaron a la comisaría del barrio Isidro Quiroga y se confirmó que BLS-858 era la patente del auto del preceptor que estaba desaparecido, lo secuestraron. La gitana perdió el auto y el fabuloso negocio, pero también quedó como sospechosa, aunque no fue detenida.
La noticia tomó estado público recién al otro día, cuando la gente casi ni se interesaba en informarse porque era 31 de diciembre y todos andaban locos gastándose el dinero que les había quedado de Navidad. Además, las radios más escuchadas de Comodoro Rivadavia se lo pasaron hablando, toda la mañana, del hombre que había aparecido sobre la parte céntrica de Chacabuco, con un tiro en la cabeza, metido en su auto que permanecía en marcha y con todas sus pertenencias.
Cristian Montes quizás tampoco se enteró de la aparición del auto y esa noche celebraron el Fin de Año en la casa de ella, junto a la familia de la amiga.
El primero de enero de 2009 no salieron los diarios pero las noticias que ya se conocían del día anterior eran cada vez más complicadas para él, algo que al parecer no le importó porque no se escondió como lo hubiese hecho cualquier asesino. Ocurrió también que el 31 de diciembre, poco después del mediodía, apareció finalmente José Rodríguez, pero muerto. Esa noticia recién salió en los diarios el 2 de enero de 2009.
El cuerpo fue encontrado por tres personas que buscaban un repuesto de auto entre las chatarras que suelen tirarse en la cantera Lebón, que está ubicada exactamente a 9 kilómetros al oeste del centro de Comodoro Rivadavia. El dato fue transmitido en forma inmediata a la policía.

MACABRO
La impresión que la causó a los que lo vieron de cerca será algo que jamás podrán olvidar. Sobre todo los policías que pasaron un largo rato a su lado, porque no están demasiado preparados para compartir mucho tiempo con muertos, como lo están los médicos forenses.
El cadáver no tenía ninguna de las partes blandas de la cabeza, ni el cuello. Es decir que no existían sus mejillas, labios, orejas, ni ojos. Parecía que lo habían quemado con ácido. No estaba su rostro. El cráneo y el tronco solo estaban unidos por las vértebras de la columna y ese hueso delgado, ya sin su brillo original por la exposición al sol, se encontraba a la vista.
También le faltaba la carne de casi todo su brazo derecho y en la caja torácica tenía un gran agujero por el que se podía ver su cavidad interna. Le faltaban casi todos sus órganos, a excepción del corazón, que estaba constreñido, y un pedazo de pulmón. Eso era lo único que quedaba de sus entrañas porque el resto ya no existía. Ni sangre tenía y la falta de ésta fue lo que explicó aquello de las arrugas en el corazón.
Otro daño que tenía su cuerpo se observó en la parte lateral de su pierna izquierda, donde se detectaron varias ampollas de quemaduras, sobre las cuales el forense aseguró más tarde que fueron producidas en vida y estando parado, por la forma en que chorrearon hacia abajo los líquidos liberados al reventarse.
La realización de la autopsia no fue nada sencillo. El Hospital Regional de Comodoro Rivadavia no tenía una morgue equipada con el instrumental necesario para descifrar el terrible daño que recibió ese cuerpo. Por eso la abogada querellante --que actuó como tal un breve tiempo-- tuvo que acudir a particulares para acceder a los elementos de precisión, esos que faltaban para aportarle rigor científico a la investigación que se iniciaba con esa prueba orgánica. En el nosocomio público de la ciudad capital del petróleo no había, si quiera, un aparato móvil para hacerle radiografías al cadáver.
Fueron varios días los que demandaron esa pericia, cada uno de los cuales profundizó el dolor de los deudos, el que ya venía curtiéndose desde el mismo domingo 28 de diciembre que no volvió a la casa.
Se concluyó que la muerte fue por un shock hipovolémico, que en pocas palabras sería algo así como una alevosa pérdida de sangre, la que pudo ser provocada con un corte en el cuello, pero como éste no estaba no se pudo confirmar que finalmente haya sido así. En definitiva, no se pudo determinar cuál fue el mecanismo de salida de sangre.
La falta de todas las partes antes descriptas, según el forense, pudieron haber sido ocasionadas por animales carroñeros que fueron atraídos por la sangre. Es decir que el cuerpo de la víctima se transformó en un siniestro banquete que compartieron perros, ratas y piches.
Los primeros lamieron toda la sangre que pudo haber sido derramada alrededor del cuerpo. De otra forma no se explica por qué no se encontraron rastros hemáticos. También éstos se comieron la carne de la cabeza, cuello y brazo, mientras que los roedores y piches entraron para vaciarlo de vísceras.
También pudo haber sido que el homicidio se haya cometido en otro lugar y el cuerpo trasladado hasta la cantera donde fue encontrado. Si fue así tuvieron que actuar al menos dos personas para cargarlo, acomodarlo y taparlo con un marco de puerta, yuyos y algún cartón. Es que no se encontraron huellas en el suelo que puedan hacer presumir que fue arrastrado. Y si lo llevaron desde otro sitio, lo debieron haber hecho en un vehículo distinto al de la víctima porque las pericias que se realizaron en éste no arrojaron datos sobre manchas de sangre.

DE VACACIONES
Teniendo plata en el bolsillo Cristian Montes se fue unos días de vacaciones con ella y otros dos sujetos, de los cuales a uno se le conocen antecedentes penales. Los cuatro viajaron en la camioneta alquilada a la Fiesta de la Cereza, que se realiza en los primero días de cada enero en Los Antiguos, un pueblo ubicado al noroeste de Santa Cruz. Para llegar a ese destino pasaron el control policial de Ramón Santo, en el límite interprovincial de Chubut y Santa Cruz; el Mangrullo de Pico Truncado y el de Perito Moreno, donde incluso existe un puesto de Gendarmería. Nadie lo detuvo. Tal vez porque nadie estaba buscándolo a pesar de que Cristian Montes era a todas luces el principal sospechoso. Al menos fue él quien firmó el boleto de compra venta que tenía la gitana a la que le encontraron el auto de Rodríguez y en ese documento también figuraba su DNI, por lo que no hubiera resultado muy difícil fundamentar una orden de captura y ningún juez se hubiera negado a firmarla, pero nada de eso se hizo por esos días a pesar del clamor social que exigía el esclarecimiento.
Cristian, ella y los otros dos que lo acompañaban hicieron un poco de daño en su viaje; asaltaron un kiosco e incluso ella les marcó la casa de un petrolero en Las Heras, un tipo que había sido su cliente en varias ocasiones que la sacó del cabaret.
No todo fue jolgorio porque la pareja tuvo su rose en ese viaje y ella terminó quedándose en Las Heras, que está a medio camino entre Comodoro Rivadavia y Los Antiguos. Es que Cristian estaba un tanto cebado y en una parada que hicieron en la estación de servicio le dijo a ella que le iba a robar el auto a su amigo, aquel que estuvo de visitas en Comodoro Rivadavia y que lo llevó hasta el lugar que le había pedido la noche que pensaba asaltar al distribuidor de diarios. Sin tapujos le hizo saber que lo mataría y que vendería el auto, pero ella lo paró en seco, se enojó y se quedó en Las Heras. Al final los hombres robaron un pobre kiosco. El amigo de ella y el petrolero que tenía mucha plata, a quien también mataría de ser necesario, se salvaron valla uno a saber por qué.
La misma cantidad de controles policiales pasaron para regresar a Comodoro y tampoco fue detenido. La plata comenzaba a terminarse y Cristian volvió a hacer changas de maletero en la Terminal de Ómnibus. Un día saliendo de su jornal, en una palma ubicada cerca de la garita de colectivo donde paran las Líneas 2 y 4, vieron una fotocopia con la cara de José Rodríguez, de las que habían quedado de la campaña que se montó en su búsqueda. Al pasar frente de ella, Cristian le dijo a su compañero de changa que al tipo que estaba en la foto lo había hecho “cagar” él.

TRAIDORA
Uno de los últimos días de la primera semana de enero, mientras ojeaba un diario, Cristian le contó a ella que el auto que le vendió a los gitanos se lo había robado a un flaco que calificó como una presa fácil. Le describió una secuencia que lo ubicaba en la calle Namuncurá, más cerca de la avenida Yrigoyen que de Necochea, donde dijo haber encontrado a su víctima, a quien le pegó y dejó tirada allí. Según la versión que le dio a ella, el tipo murió después en el Hospital Regional.
Los días pasaron sin que ella indagara sobre la confesión que le hizo Cristian. La relación entre ellos volvió a estar mal como cada vez que escaseaba el dinero, encima el dueño de la casa le exigió que sacara a ese tipo de su propiedad porque estaba llevándole mala gente y él quería vivir tranquilo. De no ser así, le dejaría de alquilar y problema solucionado.
A Cristian no le cayó nada bien e incluso tuvo intenciones de hacer justicia a su manera, pero ella se lo impidió y terminaron peleados. Le pidió que se fuera y él no quiso saber nada con dejarla. La discusión se tornó peligrosa hasta que ella lo amenazó con llamar a la policía, pero tampoco lo paró con eso y finalmente se comunicó con el 101.
Desde el Comando Radioeléctrico mandaron un patrullero con policías de la jurisdicción. Ella le dijo al agente que lo único que quería era que él deje la casa, nada más. Que por favor lo saquen porque no quería tener problemas con el hombre que le alquilaba.
El policía, acostumbradísimo a interceder en dramas familiares, hizo de mediador y habló en tan buenos términos con Cristian que lo convenció y este se fue a pedir alojamiento a la casa de la misma amiga que los acompañó la noche del 27 de diciembre en la costanera.
Una vez que Cristian se fue ella comenzó a estirar la lengua en su contra, delante del policía. Le dijo que el tipo estaba involucrado en un hecho muy grave, un homicidio. El policía la escuchó, quizás pensando que sólo se trataba de la acusación de una mujer despechada, pero fue un dato tras otro y en esa artillería de palabras le señaló el “chulengo” para hacer asado que estaba en el patio. Ahí adentro –le dijo—están las cosas de la víctima; lo llevó hasta el punto indicado, abrió la tapa del tambor y le mostró una riñonera junto a unas llaves y otras pertenencias. También le dijo que el día que Cristian llegó con esas cosas quemó unos papeles en el “chulengo”, le regaló un anillo y un celular que tenía fotos y videos de hombres teniendo relaciones sexuales.
La paciencia que tuvo aquel policía para resolver la situación fue lo que permitió llegar a la persona que al parecer nadie había estado buscando. Procesó la información y la contó tal cual al oficial de servicio y este se presentó en el domicilio a corroborar lo dicho.
A ella se le pidió colaboración y que no dijera nada más, que todo quede allí donde estaba, que nadie lo vuelva a tocar y el dato pasó a la esfera de la Fiscalía para tramitar la orden de allanamiento, la cual no fue tan inmediata como lo ameritaba el caso.
El aparato de investigación se reactivó y se le dio intervención a la Brigada, que comenzó a seguir los pasos de Cristian Montes. El allanamiento no pudo ser más que exitoso con toda esa prueba servida en la boca. Incluso apareció un currículum del sospechoso sobre la mesa de la casa de ella y el 22 de enero de 2009 él fue detenido en la Terminal de Ómnibus del centro, mientras esperaba una changa.

LA JUSTICIA
En la audiencia de control de detención que se le realizó, la Fiscalía lo imputó como autor del delito de homicidio en ocasión de robo, el cual está contemplado en el artículo 165 del Código Penal y fija penas que van de los 10 a los 25 años de prisión. Desde entonces quedó detenido con prisión preventiva y el 19 de abril de 2010 se inició el juicio oral y público en su contra.
Ella declaró como testigo de identidad reservada y lo hundió con su testimonio, pero no quedó del todo claro qué fue del anillo que él le regaló esa tarde que regresó de Caleta Olivia y del otro que le regaló a la amiga de ambos. Ninguna de esas alhajas fueron secuestradas y llamativamente a la víctima le faltaron dos anillos, pero muy poco sobre ellos se le preguntó, tanto a ella como a su amiga, que habían recibido uno cada una.
Esos anillos formaban parte de la conexión entre el acusado y la víctima, porque el resto de los elementos que lo involucraron encajaron perfectamente en su coartada, como el celular, la riñonera y las llaves de Rodríguez.
Ese error fue bien aprovechado por Montes más adelante, cuando declaró por única vez en todo el proceso. El tipo, muy tranquilo al expresarse ante los tres jueces que lo juzgaron, reconoció todo lo referido al robo. No tenía otra opción porque las pruebas estaban, claramente, todas en su contra. Sin embargo, negó haber sido él quien lo mató y esa duda que sembró será algo sobre lo que quizás jamás se conozca la verdad.
Montes reconoció que sus intenciones eran asaltar al distribuidor de diarios y como no lo encontró en el lugar planeado se fue al otro punto de ventas donde podía hallarlo. Cuando llegó a la avenida Alsina, según él, encontró un auto estacionado, en marcha, con el vidrio a medio bajar y sin ocupantes. En un primer momento pensó en robarle el estéreo; ingresó con ese fin al vehículo, miró hacia todos lados y nadie apareció. Se quedó un rato más allí dentro y como tenía las llaves puestas finalmente optó por llevarse el vehículo completo.
Ese auto era el de Rodríguez y en la declaración reveló que la riñonera –con la billetera y todas las pertenencias de la víctima—la encontró debajo del asiento del conductor, mientras que el celular –confesó—estaba en la guantera del auto. Y cuando le preguntaron sobre los anillos respondió que los compró en un kiosco de Caleta Olivia, con la plata que le sacó a los gitanos mediante la venta del auto.
Después de haber escuchado a todos los testigos durante cuatro días de debate, el fiscal pidió que sea condenado por el delito que se lo acusó y el defensor reclamó la absolución por la falta de elementos de cargo. También cuestionó que no se haya logrado probar cómo, dónde y cuándo lo mataron.
Con respecto a la pena, la parte acusadora propuso 20 años de prisión de cumplimiento efectivo y la defensa reclamó la mínima fijada para el delito, es decir 10 años.
Para el Tribunal, la prueba documental aportada y los testimonios que se reprodujeron en el debate fueron suficientes. Con ello se concluyó en la culpabilidad de Cristian Fernando Montes, a quien finalmente le aplicaron un castigo de 18 años de prisión.
De todas formas al condenado le quedan dos ases en la manga y la Defensa Pública que lo asistió hará todo lo que esté a su alcance para aminorar la pena. Por lo pronto analiza los fundamentos de la sentencia para elaborar la crítica en la instancia de apelación.