martes, 10 de agosto de 2010

Descuartizado

EL MATRIMONIO JUZGADO POR EL HOMICIDIO DEL PEON RURAL DESCUARTIZADO EN RIO MAYO FUE ABSUELTO. NADA SE SUPO SOBRE LA PARTE DEL CUERPO QUE NUNCA FUE HALLADO


¿Dónde habrá ido a parar el tronco? Parte II

El propio Ministerio Público Fiscal de Sarmiento tuvo que pedir la absolución del matrimonio que llevó a juicio acusado por el homicidio del peón rural de Río Mayo, Claudio Choiquepán. En el debate nada se pudo saber qué fue del tronco de la víctima, parte del cuerpo que nunca fue hallada durante la investigación. El acusador pretendía condenarlos a cadena perpetua pero los testigos le jugaron una mala pasada al momento de contarle a los jueces lo que sabían del caso e incluso no recordaron si habían hablado alguna vez con el fiscal que investigó.

El juicio se llevó a cabo en el Concejo Deliberante de Río Mayo, a fines de junio. Tal como se esperaba la concurrencia fue extraordinaria, pero muchos se quedaron con las ganas de conocer más sobre el hecho. Es que se pensaba que en esa poco habitual ceremonia se descubriría el destino que había tenido el tronco de la víctima, cuyos detalles podrán encontrarse en esta misma página con el título: ¿Dónde habrá ido a parar el tronco?
Si bien los imputados –Eva García y Ricardo Conchillo—llegaron en libertad al juicio, la pretensión del fiscal era condenarlos a prisión perpetua por el homicidio pero las pruebas que logró arrimar al debate fueron tan endebles que tuvo que pedirle a los jueces que dejen en libertad al matrimonio.

PARA NO OLVIDAR
Si algo de interesante tuvo el caso fueron los datos que se pasaron por alto en el artículo anterior y esos serán los que DDP recuperará para sus lectores.
Se debe recordar que todo se inició a partir del hallazgo de medio tambor de chapa, a la orilla del río Mayo, por parte de un grupo de pescadores. A partir de allí nació esta historia.
En el tambor había dos brazos, dos piernas y la cabeza de una persona que parecía haber sido quemada en un claro intento por hacer desaparecer evidencias. Ese espantoso descubrimiento terminó con la tarde recreativa de los pescadores que debieron informarle a la policía sobre el macabro hallazgo. De ahí en adelante la pregunta a responder era: ¿A quién le pertenecían esas partes que carecían del tronco?
La posibilidad de identificarlo a simple vista era nula porque todo lo que estaba dentro del tambor había sufrido el poder destructivo del fuego. Con el paso del tiempo se encontró información en la huella digital del índice derecho, pero para entonces se acumularon varias anécdotas.

¿CASO RESUELTO?
La ansiedad por informar que el caso estaba resuelto llevó, en un momento extremo, a darle una gran felicidad a toda una familia. No se tuvo mucha precisión sobre el método investigativo que llevó a suponer que el difunto era Cesario Valencia, incluso su propio hermano lo fue a identificar a la morgue, pero era tan repugnante ese trámite que debió ser por las tremendas ganas de salir de allí que se resignó afirmándole a los policías que definitivamente era su pariente.
No era muy descabellado pensar que Cesario terminara del tal forma porque habías sido un hombre que otrora tuvo conflictos con la Ley. Muchos años antes estuvo preso en Comodoro Rivadavia por un homicidio y la Defensa Pública logró reducirle la pena. Así, en poco tiempo, recuperó la libertad luego de que la calificación pasara de homicidio simple a homicidio preterintencional, cuya sanción penal es mínima en comparación con la anterior porque tiene un máximo de tres años. En ese caso el Código Penal le permite a una persona, que no tenga antecedentes computables, cumplir con la condena sin estar encerrado.
Con los pedazos del cuerpo tendidos sobre la fría camilla enchapada de la morgue, no había otra opción que aceptar el duelo y alguien tenía que estar firme para afrontar las cosas. Se debía preparar el velorio y dadas las circunstancias, sería a cajón cerrado. De las gestiones alguien se encargó. Los familiares y conocidos asistieron a llorarlo y algunas mentes perversas se habrán preguntado ¿Cuán difícil habría sido cambiarlo?

EL CULTO A
LOS MUERTOS

Los antiguos romanos tenían como costumbre el Culto a los Muertos. Para ellos, la vida continuaba después de la muerte y al principio los mantenían en sus propias casas, algunos en los sótanos. Allí les llevaban alimentos y bebidas para que se abasteciera en la otra vida. Creían que si dejaban de atenderlos algo malo podía sucederles. La evolución de ese magnífico pueblo romano terminó con esa tradición de mantenerlos en sus propias casas después de muertos, pero los cultos a ellos se mantuvieron de todas maneras.
El tema es apasionante, pero habrá otro momento para profundizar al respecto. En el caso que nos ocupa la situación era extrema, estaban de velorio y los que asistieron no tenían la posibilidad de mirarlo a la cara para decirle las últimas palabras, sean buenas o malas, de amor u odio. Lo que fuera, pero dirigidas a él aunque estuviera con los ojos cerrados. Que no marchase sin al menos decírselas.
En ese momento de dolor estaban cuando el hermano de Cesario, que lo había ido a reconocer a la morgue, recibió una llamado. ¿Será una joda? Habrá pensado, pero no.
Del otro lado del teléfono una vos que antes había escuchado le contaba alegremente una buena noticia: “Conseguí trabajo en Las Heras”.
Por una fracción de segundos su mente lo llevó a fantasear pero la fuerza que le había puesto al tema, de afrontar la muerte de un familiar directo, lo volvió en seco a la realidad.
-¿Pero quién carajo habla?, lo interrogó levantando el tono y puso en alerta de una respuesta, que no lograrían escuchar, a los demás presentes.
-“Cesario. ¿Quién más va ser?”, le dijo la voz que salía del teléfono, aunque parecía llegar desde el más allá.
-“¿Vos sos tonto o te hacés? Mal momento elegiste para joder. Estoy velando a mi hermano”, le replicó y tuvo la inmediata reacción de cortar pero una rápida pregunta del otro lado lo mantuvo junto al teléfono.
-“¿Qué hermano se murió?”, lo interrogó con tono angustiado el interlocutor.
-“Te estoy diciendo que Cesario”, le repitió y el diálogo continuó por varios minutos después de esa respuesta.
El que había llamado no era otro que Cesario y estaba bien vivo. El hombre se había ido a buscar suerte al norte de Santa Cruz y como era grande no tenía necesidad de andar informándole de sus viajes a los familiares pero el hecho de haber encontrado un trabajo honrado merecía contarlo y por esa razón fue que hizo el llamado.
La noticia se la dio a su hermano en un momento extremo y a más de uno le gustaría haber recibido, oportunamente, una así. La cuestión es que el velorio se terminó allí y al principio nadie entendía bien qué era lo que había pasado, pero en definitiva no dejaba de ser algo extraordinario y hasta si se quiere, milagroso. Cesario estaba vivo y no era el que estaba muerto dentro del cajón cerrado.

EL MEJOR AMIGO
Lo que fue la mejor noticia del mundo para la familia de Cesario no lo fue para los investigadores porque para ellos se transformó en un problema que creían resulto. A todo esto la prensa se enteró y el error se hizo público. Igual no dejaba de ser una buena noticia, pero la realidad indicaba que se debía conocer a quién cornos le pertenecían esos pedazos humanos que aparecieron a la orilla del río, en ese espléndido domingo, adentro de medio tambor de chapa.
El cajón se volvió abrir. Tuvieron que darle una y otra vuelta al cuerpo hasta encontrar un indicio que les permitiera conocer la identidad. Al fin encontraron algo en un dedo, el índice derecho. Allí le quedaba un pedacito de huella digital y existía la posibilidad de someterla a pericias dactiloscópicas. Así se hizo a sabiendas que le resultado no estaría en breve sino que habría que esperar varios días.
Un perro ovejero de campo fue el que más ayudó a encontrar la punta del ovillo. El animal, que no puede ser considerado una mascota sino una herramienta de trabajo para un hombre de campo, llegó sólo hasta la casa de un vecino. Ese era el perro de Claudio Choiquepán y el hecho de que anduviera sólo y llegara a la casa de uno de los mejores amigos del dueño, no era una buena señal.
En el pueblo ya era voz pópuli lo del hallazgo del cuerpo descuartizado; que se veló a un difunto que no era tal y que se desconocía la identidad del muerto. No otro que un hombre de campo puede ser capaz de interpretar el dato. El perro no abandona jamás a su dueño estando este vivo y mucho menos siendo un animal de trabajo. Algo malo debió haberle pasado a Claudio y esa duda le fue transmitida a los investigadores, con fundamentos incluidos.
También se sabía que Claudio Choiquepán había tenido problemas con Conchillo y su mujer porque era evidente que se querían quedar con su casa. Si hasta habían concurrido a la Cooperativa para poner los servicios a nombre de ellos, pero como todo se sabe en el pueblo, no les permitieron hacer el traspaso sin la autorización del titular de los medidores.
Como se sabe, todos vivían bajo el mismo techo aunque Choiquepán pasaba más tiempo en el campo trabajando y le había prestado la vivienda a la familia de Conchillo, sobre quien se puede decir que tiene un enorme parecido al “Viejo Vizcacha” del Martín Fierro. Incluso el último día que vieron al dueño del perro fue después que éste con el matrimonio asistieran al Juzgado de Paz. Allí concurrieron con la intención de que el titular de la casa les firmara un papel cediéndoselas, aunque nada de ello ocurrió y ante la autoridad judicial del pueblo les dejó bien en claro que al mes síguete debían desocupársela.
Esa duda se sumó a que Choiquepán nunca llegó al campo donde debía ir a trabajar y a ello, las 11 coincidencias de las huellas dactilares del índice derecho. Así fue que finalmente se confirmó que el cuerpo descuartizado encontrado a la vera del río le pertenecía. Lo que no se pudo probar fue la autoría del homicidio y tampoco se llegó a saber qué fue del tronco de la víctima, la única parte del cuerpo que jamás se encontró.