martes, 29 de junio de 2010

Y la ambulancia?

EL CASO DE UN HOMBRE QUE BALEO A UN JOVEN TRAS LA DISCUSION POR UN ESTACIONAMIENTO EN CALLE SAN MARTIN

Para cada guapo existe otro más guapo

¿Quién pude decir que nunca puteó desde el auto a otro conductor por alguna mala maniobra? Son cosas de la vida cotidiana en una ciudad superada por el parque automotor. De ahí a llegar a los hechos dependerá del nivel de tolerancia de cada uno. Pero si de algo se puede estar seguro, es que por cada guapo que existe siempre asomará otro más guapo aún y, si el destino los enfrenta, las cosas pueden terminar muy mal. DDP les contará la historia de la pelea por un estacionamiento que culminó con un pibe de 24 años asesinado de un tiro en pleno centro de Comodoro Rivadavia y un hombre de 50, condenado a 15 años de prisión. En un plano fuera de foco podrán verse las partes íntimas de un sistema de Salud Pública sin reacción ante una emergencia que lamentablemente sigue igual.

A casi dos años y tres meses del hecho, la terrible condena que recibió Richard Noble Ferrás podría dar un giro esperado por él y vaticinado por muchos que algo conocen del Derecho Penal. El hombre recibió una pena de 15 años de prisión efectiva tras haber sido hallado autor materialmente responsable del delito de ‘homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego’.
Si existe algo indudable, es que él fue quien mató a Martín Sebastián Arias el 9 de abril de 2008 y ello nunca lo negó. Lo que sí está en duda, es la calificación del hecho y si el Tribunal que lo juzgó le aplicó la pena para satisfacer el clamor social y la presión ejercida por los familiares de la víctima, dejándoles a los jueces de segunda instancia la definición que no se habrían atrevido a tomar. Por estos días tres magistrados analizan el fallo y en breve se conocerá si le darán la razón a sus pares o si convocarán a una nueva audiencia. De ocurrir esto último es muy probable que se le reduzca notablemente la pena.

LA PREVIA
Richard Noble Ferrás estaba de novio con una chica más joven que él, con quien trabajaba en un negocio dedicado a la venta de materiales para la construcción. El hombre, de 50 años por entonces, estaba mudándose de la casa de su madre a la que tenía construida en el Cordón Forestal de Comodoro Rivadavia. Le hacían falta algunos mubles y con su pareja, después del trabajo, decidieron acudir al transitado centro de la ciudad para recorrer las mueblerías y la primera en la lista fue Lucaioli, ubicada sobre España, entre San Martín y avenida Rivadavia.
Los novios se movilizaban en una Ford Ranger que estacionaron a la vuelta del negocio que planeaban visitar porque encontraron un lugar sobre San Martín al 800, frente al edificio La Muñeca. En la parte delantera de la camioneta había una entrada de vehículo y atrás, un Peugeot 504 ocupado por Martín Sebastián Arias, su esposa y la criatura de ambos.
Ni bien apagó el motor para descender, Noble Ferrás sintió que le golpearon la ventanilla. Era el chofer del auto que estaba atrás, quien exaltado le dijo que lo había chocado y le exigió, en malos términos, que corriese su camioneta para que pueda salir de allí. Un tanto sorprendido por la acusación, el conductor descendió a verificar el impacto y descubrió que nada de ello había ocurrido. Según él, había una distancia de 50 centímetros entre ambos rodados.
“La corro, no hay problemas”, le dijo mientras regresaba a la camioneta y escuchaba la puteada que le dedicaba el joven. Una vez que se sentó y recapacitó sobre la humillación que recibió frente a su pareja, se malentonó.
“Mirá, si sos tan pesado entonces corré el auto vos”, lo retrucó después de haberse bajado por segunda vez de la camioneta. Cerró la puerta con llave y se dirigió hasta el lugar del acompañante para ayudar a su novia a bajar. La respuesta lo enardeció a Arias y las puteadas fueron de un lado a otro.
“¡Así que sos pesado!”, lo midió de boca el joven como advirtiéndole que no tenía idea con quién estaba haciéndose el guapo y marchó para el fondo de su auto. La cuestión comenzó a complicarse y no tenía perspectivas de solución. Noble lo percibió y prefirió volverse a su camioneta para meditar; la puso en marcha y la corrió un poco hacia delante para dejarlo salir, aunque el pibe no salió porque estaba en su baúl buscando algo. Por el espejo de su camioneta Noble lo vio con una maza en la mano, desandando el camino, y sin quedarse a confirmar cuál de los dos era más guapo, prefirió adherir al dicho: “soldado que se escapa sirve para otra guerra”.

EL ESCENARIO
Noble salió con su camioneta a buscar otro lugar para estacionar. Eran casi las 19:45. El centro era un infierno y el tránsito avanzaba a paso de hombre. En la cuadra siguiente de San Martín al 700, frente al kiosco Isidorito, la fila de vehículos que se formó tras el rojo del semáforo ubicado en la esquina de Belgrano, lo obligó a detener la marcha. Su ventanilla estaba baja y charlaba con su pareja sobre la mesa que pretendían comprar. Atrás de su camioneta la fila de autos seguía y desde uno de ellos, por el retrovisor, vio que alguien se bajó y comenzó a caminar hacia su puerta. Le pareció que llevaba algo en la mano; pestañó y focalizó, confirmándole a su mente que no era otro que el jovencito con el que había discutido en la cuadra anterior. Lo que este último llevaba en su mano era una maza.
Esta vez no podía escaparse porque se lo impedían todos los autos que estaban adelante a la espera de la luz verde del semáforo y la decisión que tomó no fue la mejor de su vida. Debajo de la alfombra de la camioneta tenía un revólver calibre 32 que había comprado luego de hartarse de los robos que había sufrido en la casa del Cordón Forestal y a la cual estaba mudándose. Según él, el arma la llevaba ese día porque formaba parte de la mudanza; también tenía ropa y algunas otras pertenencias en la camioneta, las que esa noche, junto a la mesa que compraría, las trasladaría al hogar que pensaba compartir con su joven compañera.
Al tiempo que la figura de Arias se aproximaba a la ventanilla, Noble manoteaba el arma que estaba cargada y cuando la tuvo en su diestra, el torso del chico quedó en primer plano. El pibe tenía uno de sus brazos en alto, en el extremo estaba la maza dispuesta a romper lo que encontrara al bajar y esa imagen lo motivó a disparar. Dijo que temió por su vida y el primer tiro fue a parar en la letra “R” del toldo del kiosco Isidorito. Aseguró que fue para disuadirlo y en una fracción de tiempo incalculable detonó el segundo tiro.
“Me la diste”, alcanzó a decir el muchacho. La maza se le cayó al piso, caminó hacia su auto agarrándose el pecho pero no entró; trastabilló y se fue hacia la vereda casi gateando y allí quedó tirado. Se quejaba. Noble se bajó de la camioneta, alzó la maza y la dejó junto a la pedalera de la Ranger, al lado de su revólver. Sacó su celular y le pidió el número de la policía a un hombre de traje que se asomó, a quien también le dijo que llame una ambulancia. “Quedate tranquilo que ya llamamos”, le respondió.
Alrededor del herido se llenó de gente que intentaba ayudar. A los gritos se reclamaba por una ambulancia, en eso pasó una doctora que lo asistió pero la gravedad era tal que nada pudo hacer ella en ese momento. El pedido de la ambulancia se repitió decenas de veces. En minutos llegó la policía y todos lo señalaron a Noble, quien los esperó junto a la puerta de su 4x4.
“Yo le disparé. Acá está el arma, es mía. Esa es la maza con la que me quería pegar”, le dijo al policía que trataba de entender qué lo había hecho quedarse allí en lugar de salir corriendo para no ser detenido. La gente lo quería linchar. El policía le pidió que se quede junto a él mientras su colega trataba de identificar a los testigos y se pedía refuerzos, con ambulancia incluida, por la presencia de una persona herida de bala.
Pasaron 20 minutos y la ambulancia no llegaba. Para esto, quienes invadieron el escenario del hecho estaban cada vez más decididos a hacer justicia por mano propia y para preservarlo el policía se lo llevó a la Seccional Primera.


SIN REACCION
ANTE UNA URGENCIA

Pasaron 30 minutos y la ambulancia del Hospital Regional no llegaba. El herido estaba cada vez peor y nadie se animaba a cargarlo en brazos y caminar una cuadra y media hasta el Sanatorio La Española para intentar salvarlo. O tal vez a nadie se le ocurrió. El centro era un caos. Todos los medios de prensa llegaron al lugar y hasta la jefa de fiscales, menos la ambulancia.
Durante la espera, la esposa de Arias le avisó por teléfono a su suegro sobre la tragedia. El padre de Martín estaba en su casa, ubicada a unos 16 kilómetros del centro y la mala noticia lo hizo salir a todo lo que daba su auto. Apareció por Belgrano y en contra mano por San Martín recorrió los casi 40 metros que le quedaban para llegar hasta su hijo. Todavía estaba vivo. Lo alzó en sus brazos y lo subió a su coche para llevarlo él mismo hasta la guardia del Hospital Regional, distante a siete cuadras. Unos 15 minutos después llegó la ambulancia pero para entonces ya nadie la necesitaba. A los paramédicos los querían matar y se tuvieron que ir como llegaron.
El pibe llegó al Hospital pero no resistió el daño que sufrió su corazón y el extenso tiempo que pasó sin la debida asistencia sanitaria apuró su muerte. La impotencia que generó la demora de la ambulancia superó el fiel compromiso que los medios de comunicación tienen con la pauta estatal. No dejaron de mencionar ese detalle en sus noticias, aunque la valentía no duró demasiado y después el caso se centró en el asesinato por un estacionamiento. Se dejó de lado la desprotección del sistema de urgencia de la Salud Pública.
No hubo excusa que remediara esa terrible irresponsabilidad y al poco tiempo se anunció con bombos y platillos el nuevo diagrama de urgencia que, en pocos meses, se pondría en práctica para acudir a tiempo a cualquier punto de la ciudad en el que se requiriese una ambulancia. Lo triste es que fue una de las tantas mentiras que dicen los funcionarios cuando están en aprietos, porque aquella fabulosa promesa jamás se cumplió y hasta el día de hoy sigue siendo peligroso confiar en que la ambulancia llegará.

EL JUICIO
El juicio se realizó en octubre de 2008 a sala llena y de todos los testigos que declararon solo una mujer aseguró haber visto a Noble Ferrás con el arma en la mano pero no pudo precisar si los tiros que escuchó los disparó desde el interior de la camioneta o parado en la calle. Su relato no fue del todo convincente. Para ella el hecho ocurrió 30 minutos después de la hora señalada por todos los demás testigos y, entre otras contradicciones, aseguró que la camioneta de Noble era blanca, siendo que realmente es gris. Lo único que coincidió con los demás, fue que caminó hacia el auto de la víctima y luego regresó a su camioneta, donde se quedó parado junto a la puerta hablando por teléfono.
Otros testigos también lo vieron caminar en esa dirección pero para agacharse cerca del final de su camioneta a buscar la maza que se le cayó a la víctima antes de arrastrarse hasta la vereda.
La cuestión es que no se probó que el agresor haya ido hasta el auto de la víctima para efectuarle el disparo, como lo sostuvo la parte acusadora. De haber sido así no se explica cómo fue a parar una de las balas al toldo del kiosco, que según esa hipótesis, estaba a la espalda del pistolero. Tampoco se explica cómo la bala pudo haber hecho un recorrido de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha, si es que el atacante estaba parado y la víctima sentada en su auto. En todo caso el recorrido del proyectil debió haber sido a la inversa por una cuestión lógica que no resiste demasiado análisis.
A pesar de las dudas, el Tribunal lo condenó a 15 años de prisión como autor de homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego. La Fiscalía había solicitado 18 años, la querella 32 y la Defensa la absolución. En forma subsidiaria se pidió una condena por exceso en la legítima defensa.
A todo esto el Tribunal repitió el error que cometió en el caso Antilef. No realizó la audiencia de imposición de pena, en la que además de discutir sobre los años que le aplicarían de cárcel al imputado, se debe determinar la calificación definitiva por la cual se lo responsabiliza. Ese punto también fue cuestionado en la impugnación.
Más allá de ello, la determinación de los jueces sorprendió a quienes analizaron en forma objetiva el debate. Algunos, a partir de las pruebas expuestas en el juicio, se inclinaron por el exceso en la legítima defensa. Otros, por homicidio simple y sin el agravante, el cual consideran inconstitucional. Una tercera posición llegó a pensar que el Tribunal falló de esa manera para no quedar expuesto ante el clamor social y la presión ejercida por la familia. Es que días antes del juicio, el papá de la víctima invitó a Comodoro Rivadavia a Juan Carlos Blummberg, un padre que perdió un hijo durante un secuestro y después logró introducir cuestionadas modificaciones en el Código Penal de la Nación.
Quienes algo conocen del Derecho Penal aseguraron que la causa no podría ser confirmada en la instancia superior tal como se lo condenó en primera instancia. Finalmente la impugnación se realizó después de dos años y casi tres meses del hecho ante un nuevo Tribunal de Cámara que el 2 de julio dará a conocer el veredicto. Allí se sabrá si se mantiene todo tal cual o si se realizará la audiencia de imposición de pena que se omitió hacer oportunamente. De ocurrir esto último, la pena podría ser mucho menor, incluso existiría la posibilidad de que Noble Ferrás recuperase la libertad.

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