martes, 11 de mayo de 2010


LE PERTENECE A UN HOMBRE QUE FUE DESCUARTIZADO. SUS EXTREMIDADES Y LA CABEZA APARECIERON QUEMADAS EN LA RIVERA DEL RIO MAYO. EL DELITO LE FUE ATRIBUIDO A UN MATRIMONIO QUE PRETENDIA QUEDARSE CON SU CASA

¿Dónde habrá ido a parar el tronco?

La huella digital del índice derecho permitió identificar a la víctima. Se trataba de un peón rural que nunca llegó a la estancia donde lo esperaban para trabajar durante la campaña de 2009. El dedo y otras partes de su cuerpo estaban en un tambor de 200 litros, cortado al medio, de esos que se utilizan para almacenar derivados de combustibles fósiles. En ese recipiente de chapa, quienes en él introdujeron lo que había quedado del hombre de 58 años, prendieron fuego con la idea de hacer desaparecer la evidencia. Sin embargo, no comprobaron si en realidad la hediondez de la carne quemada significaba que ya nada quedaba de lo que en vida fue Cristian Choiquepán, y lo tiraron al río Mayo. Ese error le costó caro a toda una familia y la privó de libertad durante varios meses. En breve, el matrimonio podría ser condenado a prisión perpetua y tal vez en el juicio se llegue a conocer qué se hizo con el tronco de la víctima.



No tener un lugar para vivir en Río Mayo debe ser tan difícil para una familia, como lo debe ser para una de Comodoro Rivadavia o de cualquier otro punto de la Patagonia. De ahí a matar a una persona por esa razón existe un gran abismo, sin embargo ese fue el móvil del crimen.

PESCADOR DE CUERPOS
El primero de febrero de 2009 fue un día espléndido en gran parte del Chubut y en cada rincón de la provincia cientos de familias salieron a disfrutar al aire libre, porque no siempre los domingos patagónicos suelen ser tan bellos como aquél y cuando la naturaleza es comedida se debe estar dispuesto para no perder la oportunidad.
Una de esas tantas familias eligió el río Mayo como escenario para su ocio. Sus aguas bordean el pueblito homónimo que está ubicado en la precordillera sur de la provincia, donde además de los soldados del Regimiento, vive una población en la que su gran mayoría tiene algún vínculo con la actividad rural, si es que no trabaja en la administración pública, se dedica al comercio o está desocupado.
Las mujeres se aliviaron de sus hijos entreteniéndolos con la búsqueda de leña para calentar agua recién sacadita del río. El mate con ese cristal derretido que baja de Los Andes, tiene un espuma que jamás podría lograrse con las minerales embotelladas que se venden en la ciudad.
Los hombres se fueron a la pesca con sus cañas y cajas de accesorios en donde no faltaron tanzas, cucharitas, moscas, anzuelos y carnadas olorosas. Alguno debió llevar la heladera con algo para tomar mientras se esperara el pique y hasta entonces no estaba muy resuelto a quién le tocaría hacer el asado. Por lo pronto procuraron alejarse para encontrar un buen pozón y si la racha era buena, por la noche se comería trucha y talvez alguna de las mujeres preparara el asado que ellos esquivaron hacer.
Medio tambor de chapa, al que le golpeaba desde un costado la débil oleada que se salía de la correntada, cambió por completo el día. El hombre que pasó más cerca de ese recipiente, cuando caminaban hacia el pozón, lo miró de reojo y una confusión de imágenes, que intentó acomodar al tranco, lo hizo volver. Parecía un asqueroso contorsionista allí dentro, mezclado entre la mugre y sangre cocinada de un color tan negro, como el de las morsillas frías que llevaron para picar con el vermú.
Una cabeza, dos brazos y dos piernas de un ser humano que estaban separadas del tronco, formaron parte de los elementos que había en el medio tambor que llamó la atención. Era evidente que estaban separadas de él porque el tronco no estaba allí. Parecía esas imágenes que suelen armar los chicos en la computadora para encontrarle gracias a las fotos de algún familiar, sobre todo aquellos a los que se le pueden destacar defectos de su fisonomía. Así van cortándolos, pegándolos y uniéndolos con los de otros que también fueran elegidos para crear el monstruo de la casa y ser exhibido en busca de carcajadas. Pero no había nada de ficción en el medio tambor sino la irreversible realidad de la muerte.

EL DEDO QUE APUNTA
Más de una semana le llevó a los investigadores tener una pista coherente sobre el dueño de las extremidades y por defecto, se supuso, la cabeza también le pertenecería. El tronco nunca apareció y todavía no se sabe qué se hizo con él, aunque a partir de esa carencia nació una leyenda sobre la que no se hará referencia en este momento, porque es aún más larga que esta misma historia.
Fueron once los puntos de coincidencia que encontró la licenciada en Criminalística que analizó el dedo índice de la mano derecha, el único que todavía tenía un pedacito de huella digital de todas esas partes que aparecieron, a la vera del río Mayo, amontonadas y chamuscadas en el tambor. Los datos fueron cotejados con el de un peón rural al que habían oído decir –el 25 de enero de 2009-- que se iría a trabajar la temporada en una estancia de la zona, a la cual nunca llegó con su caballo, ni perros.
Cristian Choiquepán, de 58 años. Ese sería el titular del acertijo. Era el único, de los que alguna vez tocó el piano en la Comisaría, que tenía sus huellas con tantas coincidencias. Once, como ya se dijo. Por esa razón la investigación giró sobre él, como el caballo al que se amansa atado a un palenque para acostumbrarle la boca a las riendas.
Una comisión policial fue hasta la estancia, esa a la que un testigo escuchó decir al baquiano que se iría a esquilar. La confirmación de que allí no estaba y de que no llegó cuando se lo esperaba, sumó un nuevo indicio para afirmar que se trataba de la misma persona.
Se pude decir que son muchas las razones por las cuales se llegaría a matar un paisano en un pueblo. La mayoría de esas decisiones se toman en curda y son motivadas por cuestiones que al día siguiente no tendrán el mismo fundamento, o tal vez sí. Sea como fuere el pleito, más de una puñalada bien dada cerca del corazón o un par de balazos, si la muerte es el fin que se busca, sería suficiente. La pregunta entonces sería ¿Quién querría matar a éste de aquella manera?

CUESTION DE TECHO
Choiquepán era dueño de una casita en el pueblo y la tenía ocupada con gente. En ella vivía una familia integrada por Ricardo Alberto Conchillo, de 51 años; su concubina, Ana Eva Romero, de unos 45 años, y los hijos de ésta: Daniel y Gilberto Romero, de 18 y 19 años respectivamente.
El 26 ó 27 de enero, no se precisó la fecha con exactitud, Choiquepán fue a pedirles la casa porque quería que se la desocupen y terminar definitivamente con el préstamo de la propiedad. Los términos de esa conversación no fueron muy cordiales y ello se evidenció en lo que finalmente ocurrió.
En realidad Choiquepán no tenía la necesidad urgente de habitarla porque ya se conocía que se iría al campo a trabajar. Además, en ella también se alojaba él cuando estaba en el pueblo, pero su deseo era sacarlos y no había vuelta atrás. Tampoco se conocieron los términos del acuerdo al que arribaron cuando les facilitó su vivienda, ni el tiempo que los ocupantes tenían para hacer la devolución de ese inmueble. Lo que sí se supo fue que en una oportunidad recurrieron al Juzgado de Paz para tramitar algún papel que les otorgara la posesión de la casa y esto no le gustó nada al dueño.
Al parecer el tono de la discusión fue en aumento y el jefe de la familia no demostró la mínima intención de satisfacerlo en sus pretensiones. Tampoco contaba con un lugar a donde mudarse con la urgencia que se le exigía y mientras escuchaba las advertencias, que le penetraban como dagas en los oídos, tomó el hacha desde el mango y su mano recorrió todo el cabo hasta chocar con el metal. El contrapeso apuró el envión del palo, lo llevó hacia atrás, hasta donde le dio el brazo, y en una fracción de segundo la madera sonó como un huevo que se cae al piso, contra la cabeza del oponente.
La víctima se desvaneció y todavía respiraba cuando el frío acero del facón le recorrió el cuello de izquierda a derecha. Como un cordero mal carneado, de la garganta salieron chorros de sangre en distintas direcciones y el filo del cuchillo era tal, que la abertura del corte parecía la boca abierta de una bestia.
Con la cabeza en la mano, sostenida por los pelos, el resultado no fue otro que la muerte y los segundos que le siguieron a esa acción transformaron el lugar en una carnicería. Si el cuerpo no aparece será difícil que se hable de homicidio y con esa idea se lo descuartizó. Sus extremidades quedaron separadas del tronco y terminaron en medio tambor de chapa que había en el patio de la precaria vivienda. Con un fuego a las apuradas, que se prendió en el recipiente, se intentó borrar las evidencias y estando la carne todavía caliente, el tacho fue arrojado al río Mayo pensando, quizás, que la correntada se encargaría de hacer desaparecer lo que quedaba allí dentro.


PUEBLO CHICO
INFIERNO GRANDE

Todo lo que ocurre en un pueblo termina conociéndose. A la corta o a la larga, se sabrá. Es muy posible que la verdad no sea tal cual pero cada uno aportará su cuota de fabulación en la maraña de comentarios y algo de lo cierto siempre quedará. Fue así, a través de comentarios, que se llegó a detener a toda una familia y hasta un vecino de ellos estuvo preso.
Un paisano escuchó decir que Choiquepán se iría al campo durante todo el verano, pero nunca llegó a la estancia; otro, menor de edad, oyó que lo habían degollado cuando aún estaba con vida; hubo quien hizo trascender que lo habían cortado en pedacitos y se lo comieron en empanadas; que lo descuartizaron con el hacha en una pelea de borrachos; que lo prendieron fuego y, entre otro comentarios, se dijo que lo mataron porque quería recuperar su casa.
En base a esos y otros comentarios que llegaron a oídos de los investigadores fue que se logró acceder a una orden de allanamiento y de detención de toda la familia, que también incluyó al vecino Daniel García. Todos fueron imputados en la causa luego de que el cuerpo fuera identificado con las pericias de la huella dactilar.
Con el correr de los meses la Fiscalía de Sarmiento, que tuvo a su cargo la investigación, no reunió las pruebas suficientes como para mantener la imputación de los hijos de la mujer y la del vecino, motivo por el cual instó el sobreseimiento de ellos y así lograron recuperar su libertad, aunque no limpiaron la enorme mancha que dejó en ellos la opinión pública que, por adelantado, juzgó su comportamiento en base a la publicidad que los medios de comunicación hicieron del caso.
El matrimonio --que fue acusado por el delito de homicidio triplemente agravado por haber sido cometido con alevosía, por codicia y en concurso premeditado por dos o más personas—también recuperó la libertad y les sustituyeron la prisión preventiva por una medida menos gravosa: presentarse dos veces por semana en la Comisaría de Río Mayo, no acercarse a la casa de la víctima y se les prohibió consumir bebidas alcohólicas.

AL BANQUILLO
El hombre y la mujer serán juzgados por un tribunal que integrarán tres jueces, en un juicio oral y público que se realizará en la última semana de junio de 2010. Para el debate, que se confirmó será en el pueblo, la Fiscalía presentará 21 testigos y esa ceremonia es algo que toda la comunidad de Río Mayo espera con ansias. Se estima que la sala donde se produzca se colmará de gente porque nadie querrá perderse ese acontecimiento tan inusual, donde se develarán detalles y cada uno podrá confirmar cuánto de cierto hubo en los comentarios que reprodujo en todo este tiempo, pero sobre todo querrán saber si finalmente Eva y Ricardo serán condenados a prisión perpetua, como lo pretende el fiscal, y qué fue lo que se hizo con el tronco del difunto.

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